¿POR QUÉ QUIEREN JUBILAR EL INTELECTO?


Declarémoslo en huelga y el mundo se detendrá.


En estos tiempos que corren, sumado el momento e incertidumbre que padecemos, hay noticias que pasan desapercibidas. Bien porque no interesan a la masa, bien porque los medios de comunicación las disimulan en recatados huecos, o porque simplemente las obvian.


Hace una semana leía una noticia que publicaba El Español acerca de la carta que un jubilado enviaba a la actual ministra en funciones Fátima Báñez, responsabilizando a su Ministerio y al de Cultura de la muerte, de forma traumática y buscada, de su esposa.


Refiere en la citada carta de casi cincuenta páginas, la canallada sufrida por el abuso y atropello que la “mesnada de funcionarios ha originado en mi entorno íntimo y que ha tenido como consecuencia el fallecimiento de mi esposa de forma dolorosa y traumática, el drama de mis tres hijos, que han pasado de ser familias felices a ser tratados por psicólogos y psiquiatras, y mi destrucción absoluta como individuo y escritor”.


El drama, según apunta el mencionado diario, se produce porque el Ministerio de Empleo pedía 70.000 € al autor por seguir escribiendo mientras cobraba la pensión. Algo a lo que su mujer respondió quitándose la vida.


La norma se basa en una reforma que, aunque planteada por el PSOE, la saca adelante el PP hace un par de años. Dicha legislación obliga a los creadores literarios y musicales, en estatus de jubilado, a elegir entre el rendimiento derivado de su actividad creativa o su pensión de jubilación.


El pasado día 13 de enero, el mismo periódico digital titulaba en su sección de libros –qué poco leída debe ser esta sección- que un Premio Cervantes era multado por cobrar a la vez su jubilación y sus derechos de autor. Asimismo, relataba como Empleo y Seguridad Social penalizaba a creadores como José Manuel Caballero Bonald, Antonio Gamoneda, Eduardo Mendoza o Javier Reverte.


Dicha legislación obliga a los creadores literarios y musicales, en estatus de jubilado, a elegir entre el rendimiento derivado de su actividad creativa o su pensión de jubilación.


Para el ente ministerial, cualquier creador mayor de 65 años con pensión de jubilación y que a la vez cobre por sus derechos de autor es un estafador, aunque declare convenientemente sus ingresos a la hacienda  pública. Es incompatible el cobro de una pensión, sea contributiva o no, a la par que ingresar por una actividad, siempre que esta última supere el salario mínimo interprofesional, actualmente fijado en 9.170 €/año.


Algo en lo que diferimos con los países de nuestro entorno y para mal. A esos que desde hace tiempo pregonamos, con el exclusivo ánimo de igualarnos e incluso superarlos en la benéfica presión fiscal. Según Carlos Muñoz, asesor jurídico de la Asociación Colegial de Escritores: “En Europa es totalmente compatible la realización de trabajos intelectuales con una pensión al 100%”.


El asunto, con muy poco ruido, ha llegado a la popular change.org donde a estas fechas, trascurrido algo más de dos semanas, sólo 12.000 personas se han adherido al manifiesto de protesta. Algo que da pie a pensar en el mínimo interés que el tema despierta. Cuán diferente a otras peticiones que en un par de días consiguen 30.000 firmas. ¡Qué pena!


Desconozco si la legislación actual ampara el proceder del ejecutivo, supongo que sí. Pero mi mente me dice que tal actuación por muy legal que sea no se ajusta a la razón. Intentaré explicarlo con un par de consideraciones:


1.- La pensión de jubilación se basa en un contrato expreso celebrado entre un ciudadano y el Estado por el que este último se compromete a pagar al primero, en un momento determinado, una cantidad variable en función del dinero aportado y del periodo de cotización. Ejemplos como el citado se dan actualmente con empresas privadas, como aseguradoras y bancos.


2.- La jubilación laboral de una persona es actualmente un acto que, aunque legalmente es voluntario cumplidos los requisitos, en la práctica no depende del  trabajador. De hecho existen empresas que jubilan anticipadamente a sus trabajadores en condiciones beneficiosas que anulan la posibilidad de oposición por parte de estos.
En todo caso, uno de los principios que avala la retirada de la vida laboral es la necesidad de dejar espacio libre al nuevo, a otro más joven, con la intención de obtener una reposición generacional. Ello obligaría, aunque solo fuera moralmente, al trabajador jubilado a apartarse del mercado.


¿Cuántas obras cumbres se han escrito en la madurez del autor? ¿Cuántos escritores han reservado lo mejor de ellos para el ocaso de su vida? Tal vez Cervantes no hubiese liberado a su ingenioso hidalgo...


Bien, dicho lo anterior y bajo mi entender, la legalidad actual traiciona el primer punto, ya que no se respeta el acuerdo celebrado en su momento. Si el contrato se hubiera llevado a cabo privadamente sería del todo denunciable por incumplimiento.
Pero, además, en el caso que nos ocupa, resulta que el segundo punto tampoco apoya las decisiones tomadas por la administración, ya que al tratarse de una labor creativa, intelectual y artística, no cabe posibilidad alguna de que ese puesto de trabajo pueda cubrirlo otra persona.


A todo ello, podría añadirse que la medida es plenamente arbitraria, absurda y excluyente por cuanto incentiva la retirada del intelecto. Una decisión que prima la huelga de las ideas, que a toda esta pandilla les trae al pairo. Si por un instante tuvieran algo en sus hueros cerebros hubieran caído en la cuenta de que con este tipo de decisiones la sociedad se empobrece. Aunque, ¿no será eso lo que en el fondo desean?, ¿ansían que el conocimiento no se transmita?


¿Cuántas obras cumbres se han escrito en la madurez del autor? ¿Cuántos escritores han reservado lo mejor de ellos para el ocaso de su vida? Tal vez Cervantes no hubiese liberado a su ingenioso hidalgo, y marchara  preso en la mente del genio. ¡Estúpidos selenitas, que observando vuestro dedo malgastáis nuestro dinero y abogáis por la necedad y el demérito!


También, hace unos ocho días, me llamó la atención otra noticia bastante relacionada con todo lo anterior. Otro suceso que tampoco se ha hecho hueco en noticiarios nacionales. Me entero de ello a través del blog de César Vidal. Se trata del caso de una jubilada, profesora para más señas, que fue condenada por Hacienda al pago de 23.000 €, por haber compatibilizado el cobro de su pensión con el ejercicio de su profesión.


El caso es el siguiente y sus inicios se remontan al año 2009.


Una profesora jubilada aceptó, a petición del director de la Universidad Popular de Montiel (Albacete), dar 2 horas de clase de manualidades a la semana por un salario mensual de 91 €, ya que el puesto no era cubierto por otra persona.


En su momento se consultó a la delegación de Hacienda el asunto y esta no vio irregularidad ninguna, dado el monto del salario. Los ingresos anuales que apenas llegaban a los 1.000 € fueron declarados fiscalmente, tanto por la Universidad como por la docente, los dos años que duró la colaboración. Pasados cuatro años, esta jubilada recibió una sanción de la Agencia Tributaria reclamándole 23.000 €. Una barbaridad, se mire por donde se mire, si se utiliza la razón.


Hace tiempo que se intenta menospreciar y vilipendiar el mérito. Se trata de rebajar a mínimos el intelecto, con la secuaz pretensión de manejar al individuo, falto de razón e incluso de lógica.


El afán recaudatorio se ha ido convirtiendo en inquisitorial. Pero no es nuevo, prueba de ello son los casos de personajes populares que han trascendido a la opinión pública.
Pienso, no obstante, que en el trasfondo de todo lo anterior no sólo se esconde el afán recaudatorio de la cuadrilla gubernamental de turno, y que desde hace décadas padecemos. Hace tiempo que se intenta menospreciar y vilipendiar el mérito. Se trata de rebajar a mínimos el intelecto, con la secuaz pretensión de manejar al individuo, falto de razón e incluso de lógica. Después, se administra la dosis conveniente de antídoto y la plebe quedará inmunizada contra cualquier barbaridad. A los pocos que todavía se rebelen por ineficacia del fármaco, cabe la posibilidad de anestesiarlos, desproveerlos de derechos y luego confinarlos al patíbulo civil. Ese que no ejecuta, pero mata.


Los comentarios en los pocos foros donde este tipo de noticias se tratan dan que pensar. De igual modo que las redes sociales apologizan o increpan, según el caso, actuando a la par como altavoces y amplificadores del mensaje argüido. Una cuadrilla de plebeyos “trolls” se dispone a defender al maléfico opresor y escarnecer al supuesto delincuente, sin presunción. La turba de escribas no tiene otra misión que aleccionar cerebros con poca masa y crear el ambiente adecuado para la hoguera. No tan diferente como se hacía en tiempos pasados, siglos atrás.


Acabaré con un párrafo del abrumador discurso que John Galt dirige a la nación en “La Rebelión de Atlas” de mi admirada Ayn Rand:


“Vuestra idea tenía un enemigo implacable que, según vuestro código moral, había que destruir. Yo he eliminado dicho enemigo. Lo he apartado de vuestro camino y situado fuera de vuestro alcance. He arrancado la raíz de todos esos males que sacrificabais uno tras otro. He dado fin a vuestra lucha. He detenido vuestro motor. He eliminado de vuestro mundo la mente humana.”


Saludos.


T.McARRON


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