TODO PUEDE EMPEORAR


Mal gusto y mala educación


Hola:


Resulta cierto y es innegable que todo puede empeorar. Está confirmado históricamente. Por mucho que se diga que todo es mejorable, y tal vez por ello, se puede ir a peor.


A partir de cierta edad, avanzada la cuarta década, el ser humano tiene la posibilidad de echar la vista atrás y comprobar cuánto han mejorado algunas cosas, pero también cuáles y en qué medida han empeorado. Que no lo haga no significa que no debiera.


Cuando se lleva a cabo este balance suele referirse generalmente a lo propio. Se miden los avances personales y también se analizan, o así se debería, los retrocesos. Lo primero se da por hecho, parece normal y se dejan de lado las causas. Lo segundo, por contra, no se asume como habitual, resulta ilógico. Al fin y al cabo el mundo evoluciona, nosotros formamos parte de él y cuesta entender por qué algo nuestro ha involucionado.


Otros ni tan siquiera meditan, porque su infalibilidad, basada en la inoperancia, les exime de culpa o pudiera ser, según ellos, que el destino ya tuviese marcadas las cartas.


Pasado el tiempo, uno empieza a analizar el porqué de las causas y se hace preguntas. ¿Por qué no conseguí aquello por lo que tanto luché? ¿En qué fallé? ¿Por qué fracasé? ¿Qué motivos influyeron? ¿Qué hubiera sucedido si hubiese tomado otra decisión? Puede incluso que achaquemos al infortunio alguna mala pasada.


Probablemente, unos lamenten tras la reflexión no haber usado en mayor medida la razón para conocer y juzgar cada momento y cada decisión. Otros ni tan siquiera meditan, porque su infalibilidad, basada en la inoperancia, les exime de culpa o, según ellos, pudiera ser que el destino ya tuviese marcadas las cartas.


El reloj, si no está parado, siempre avanza. Las agujas del tiempo no retroceden y lo pasado no puede modificarse. Pero si cupiera la posibilidad de volver atrás y revivir lo sucedido, estoy convencido de que la mayoría de nosotros actuaría de idéntica manera, salvo que fuéramos conocedores del futuro. Ahí radica, pienso yo, el éxito de algunos que han tenido la capacidad de observar el presente con perspectiva. Lo que vulgarmente se conoce como visión de futuro.


La sociedad la conformamos un conjunto de personas. Al igual que sucede a nivel individual, el grupo, en su totalidad, acierta y en ocasiones se equivoca. Es indudable que dado su carácter duradero en el tiempo, a diferencia de lo perecedero del individuo, los aciertos son muchos más que los errores. De lo contrario la sociedad fenecería.


Seguimos dejando en manos extrañas gran parte de nuestra existencia y permitimos al filántropo delegado que haga con ella cuanto, según él, nos conviene, sin tan siquiera detenernos a pensar si nos miente.


Pero el colectivo, en oposición al individuo, no se plantea preguntas. Las personas que componen el conjunto, olvidando que son intérpretes de la obra coral, en nada se sienten responsables de los errores grupales. ¡Bastante tengo con lo mío! debe decirse más de uno. De tal forma que descargan en el director, al igual que la tribu lo hacía en su jefe años ha, la dirección de los acontecimientos.


Tantos años de vida en común no nos han servido para pretender cierto grado de emancipación. Seguimos dejando en manos extrañas gran parte de nuestra existencia y permitimos al filántropo delegado que haga con ella cuanto según él nos conviene, sin  siquiera detenernos a pensar si nos miente. Utilizamos cada vez menos la razón, porque ya no somos dueños de ella. Y, lo peor, autorizamos que nuestros hijos sean manipulados cada vez desde más temprana edad.


Si lo anterior sigue siendo actual, si el individuo antepone la comodidad de la despreocupación a la incómoda preocupación, la molicie a la diligencia, la irreflexión al raciocinio y deja de lado lo único de valor de lo que dispone, su conciencia y su cerebro, probablemente embistan los errores y corra el peligro de perecer, primero como persona y luego como legado. Debería recordar que como individuo grupal es también responsable. En tanto elector del jefe, a la vez que partícipe si colabora en la elección, y en consecuencia solidario con el resultado final.


Los tiempos que corren, aquí en España y también en el resto de Europa, no procuran genios; esas personas a las que se adjetiva como adelantados a su tiempo. Cada cierto periodo aparece alguno, pero me temo que actualmente estamos en época de sequía y el parte meteorológico no vislumbra la aparición de lluvia.


Lo visto esta semana... No por anécdotas sueltas sino por el todo, y donde ha brillado la mala educación.


Mientras tanto, la mediocridad rodea todo, y la política en general no es una excepción, en especial la española. Trufada está de vulgares mercaderes e inanes ególatras con ansias de poder que anteponen su afán pecuniario a los intereses generales del país al que dicen servir.


Lo visto esta semana helaría la sangre de nuestros predecesores si por sus venas corriera todavía flujo. No por anécdotas sueltas sino por el todo, donde ha brillado la mala educación. La falta de respeto, la memez, la payasada, el mal gusto y la deslealtad han abanderado el acto sublime de la democracia, que es la toma del poder delegado.


Lo acontecido no necesitará que ninguna pluma lo ilustre; ha sido grabado y quedará para la posteridad. Quizá sirva para que descendencias venideras observen la estupidez de una generación carente de valores.


Son malos tiempos para lo sinfónico, malas partituras con falsos acordes que expelen sonidos disonantes, que ahuyentan necesarios melómanos con propósito de mecenazgo. Pero, todo ello que es malo puede variar, o no; y si varía puede hacerlo para bien o para mal. De momento la orquesta toca.


¡Ay de nosotros! Don Miguel:


Una de las cosas –dijo a esta sazón don Quijote– que más debe de dar contento a un hombre virtuoso y eminente es verse, viviendo, andar con buen nombre por las lenguas de las gentes, impreso y en estampa. Dije con buen nombre porque, siendo al contrario, ninguna muerte se le igualará.”


Saludos.


T.McARRON


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