NO SON GARBANZOS, SON MILLONES DE EUROS

Euros y garbanzos



El euro: nuevos millonarios y multitud de pobres


Hola:


Oímos hablar de millones de euros como si fueran garbanzos; sin percatarnos de que cada millón equivaldría a 166 de las antiguas pesetas. Día sí, día también, aparece algún sujeto del que apenas conocemos nada y nos enteramos que posee una suma de millones de euros de dudosa procedencia. Sí, nos enteramos de ello y seguimos mirándonos el dedo en el espejo.


El diario El Mundo publica hoy una noticia a la que apenas se ha dado publicidad. Según el titular de la misma, la Audiencia de Barcelona ha absuelto a la cúpula de Cataluña Caixa, en total 41 miembros del consejo de administración, por subirse el sueldo de forma desproporcionada en plena crisis de la entidad. O sea, los gestores que hundieron una entidad bancaria con más de 100 años de existencia, que dejaron sin empleo a más de mil trabajadores, se van de rositas y con los bolsillos llenos de millones de euros.


Y como este caso, innumerables más. Nuestra memoria es corta, y demasiado frágil. Apenas nos acordamos de que hace poco, tan sólo 17 años, todavía usábamos la peseta como instrumento de pago. Fue en el año 2002 cuando empezamos a utilizar el euro de forma obligada. La peseta había muerto y nacía el euro. Una nueva moneda cuyo cambio quedó establecido en 166,39 pesetas.


Los mismos que hundieron una entidad bancaria, que dejaron sin empleo a más de mil trabajadores, se van de rositas y con los bolsillos llenos de millones


Es probable que aún retengamos en nuestro inconsciente el hecho de que no hace mucho la gran mayoría de españoles éramos millonarios. El salario anual superaba mayoritariamente ese límite, y raro era el españolito que no disponía de una cuenta bancaria con algún que otro millón de pesetas.


Tal vez por ello no veamos la realidad monetaria actual de forma clara. Puede que en la mente de muchos todavía ahonde el efecto psicológico de ser millonario. ¿Cabría ello como explicación patológica? No lo sé. Pero lo cierto es que alguna anomalía sesuda debe existir. A lo largo de estos tres últimos lustros, mientras el salario medio apenas ha aumentado, mientras hemos ido perdiendo poder adquisitivo, los millonarios lo son más. Han elevado sus millonadas en la misma proporción que nosotros hemos empobrecido. Juego de suma cero, en el que siempre ganan los mismos.


Muchos ya anticipaban las maldades de la nueva moneda, y una de esas maldades era su alta paridad de cambio. Un valor que multiplicaba por mucho el de la vieja peseta, y que podía haber sido menor. Teniendo en cuenta que la moneda europea de más peso por entonces era el marco alemán, que equivalía a 85 pesetas, bien pudiera haberse situado el cambio en el entorno de esta. Pero por motivos que no se explicaron convenientemente el valor del incipiente euro duplicaría al de la moneda alemana. La excusa de paridad con el dólar, fue sólo eso, una excusa. Ahora, visto lo sucedido, puede entenderse el interés político por el alto valor de la nueva moneda.


Italia, Grecia, Portugal y España, justo por este orden, fueron los países en los que se necesitaban más monedas viejas para canjearlas por un euro. Analizado con el paso del tiempo, resulta curioso comprobar como estos mismos países fueron los más afectados por la crisis del 2008. Y llama la atención que sea en ellos donde más han crecido las fortunas; donde la brecha entre ricos y pobres más se ha ampliado.


Cuesta entender cómo seguimos permitiendo tanta inmoralidad, tanta indecencia. Todo sin inmutarnos, sin que se nos caigan los palos del sombrajo, con total sosiego.


Según el INE, el salario bruto medio anual en España en el año 2000, era de 19.300 € (3.210.000 pesetas). Por su parte, el salario bruto medio anual en España en 2015, fue de 23.110 € (3.845.000 pesetas) O sea, en 15 años el sueldo medio de los españoles aumentó un 19,74%. En ese mismo periodo el PIB pasa de 646.250 millones de euros a 1.079.998 millones de euros, o lo que es lo mismo un incremento del 67,12%. Huelga comentar que algunos pocos han multiplicado por muchos cientos su fortuna. Y, lo que es peor, muchos de esos pocos tienen como profesión la política.


Así las cosas, cuesta entender cómo seguimos permitiendo tanta inmoralidad, tanta indecencia. Todo sin inmutarnos, sin que se nos caigan los palos del sombrajo, con total sosiego. Y me hago preguntas. ¿Por qué no nos rebelamos y dejamos de pagar a toda esta casta de chupópteros, que además nos esquilman con más impuestos cada día? ¿Por qué no nos declaramos en huelga y renunciamos a oír sus mentiras? ¿Por qué no les abandonamos y dejamos vacías las urnas, declarándonos abstencionistas activos? ¿Por qué permitimos que nos endeuden más y más, no sólo a nosotros sino también a nuestros nietos? Y no, no hallo respuesta sensata. Mejor dicho, encuentro una irracional: la comodidad. Esa perversa comodidad que ahoga el valor, el coraje; y con él, el futuro.


Hay que recuperar el valor, y junto con él los valores. Esos que, como diría Ayn Rand, motivan la acción del hombre y que son necesarios para su supervivencia. Porque tal como escribió nuestra Santa de Ávila: “Tengamos coraje para lo que viene en la vida, todo se basa en eso”.


Saludos.


T.McARRON

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