Te engañarán hasta por la vista
Hola:
Todavía se sigue aceptando como máxima la frase que dice: si no lo veo no lo creo. Con ella se pretende manifestar que sólo aquello que podemos presenciar con nuestros ojos tiene capacidad de existencia; que cosas que escapan a nuestra razón no son si no las vemos. Pero, sin quitar certeza a la frase, lo cierto es que la misma va quedando empalidecida.
Desde hace décadas, la tecnología se ha ido encargando de viciar la realidad, de tal forma que aquello que vemos resulta ser sólo una ficción. Buenos ejemplos de ello son los efectos especiales del cine y las grandes ilusiones que crean célebres magos. Algo que demuestra que no todo lo que nuestro ojo observa sucede tal cual lo ve.
Con todo, una cosa es aquello que tiene que ver con el espectáculo y otra bien distinta lo que se hace con afán de falsear la realidad. Lo primero lo admitimos, lo valoramos y lo disfrutamos; somos conscientes de que se trata sólo de mera ilusión. Por el contrario, lo segundo es fruto del fraude, escapa a nuestra consciencia y tiene como finalidad intereses oscuros.
El hombre siempre ha pretendido engañar a sus semejantes; forma parte de la idiosincrasia del ser humano. Ya sea para evitar a otro un disgusto o una pena, para obtener un beneficio personal en detrimento de otro, o bien con el objetivo de afectar conciencias colectivas. Alterar la verdad ha sido una constante desde tiempos pretéritos; la historia nos muestra claros ejemplos de ello. Dicho esto, no es mi intención remontarme en el tiempo; hablaré de mentiras fraudulentas, pero de las de más reciente cuño.
Desde hace décadas, la tecnología se ha ido encargando de viciar la realidad, de tal forma que aquello que vemos resulta ser sólo una ficción.
A partir de mediados del siglo pasado la paulatina llegada de la televisión a los hogares convierte a la pequeña pantalla en el medio de comunicación más popular. Por primera vez la imagen en movimiento es el mejor aliado de la información. Todo lo que aparece en televisión se torna en verdad absoluta. Así, era muy normal escuchar el condicional: si lo dice la televisión…
Y es que este medio de comunicación no sólo daba la noticia, también la mostraba. Así pudimos ver, todavía en blanco y negro, el asesinato de Kennedy y la hipotética llegada del hombre a la Luna. La primera en diferido y la segunda en directo. Eran los años ’60, y hago la diferenciación entre diferido y directo, porque lo segundo es más importante, toca más el corazón.
Desde entonces, y ya en color, se fueron primando los directos. Así, desde espectáculos deportivos a guerras en vivo, desde lanzamientos de cohetes hasta ataques terroristas. La televisión nos ha ido convirtiendo en cómodos espectadores pasivos. Hemos ido conociendo las noticias sin tener que leerlas, sin apenas procesarlas; y nos hemos apoltronado. Utilizamos cada vez menos nuestro intelecto, ya que, a diferencia de la lectura que propina pensamiento, la imagen resta razonamiento. Y así nos convertimos en vagos mentales, en seres de raciocinio perezoso y líquido que dan por sentado aquello que ven, sin apenas pararse a pensar.
Desde entonces, y ya en color, se fueron primando los directos. Así, desde espectáculos deportivos a guerras en vivo, desde lanzamientos de cohetes hasta ataques terroristas.
Sin embargo, no cabe malinterpretar lo anterior, porque el culpable no es el medio; la causa de esa despreocupación mental viene dada por la comodidad y también por el impacto. Por suerte vivimos en una sociedad de la imagen, y debemos aprovechar esta ventaja que no tuvieron nuestros antepasados. Ahora bien, es importante discernir entre imagen y noticia: que la imagen no sea la noticia en sí, sino complemento de la misma. Dejemos de lado aquello de que una imagen vale más que mil palabras, porque eso es verdad en parte, y sólo si el libro es malo.
Me he referido a la importancia que tiene la información en directo en televisión; muy superior a aquella que se acompaña de imágenes diferidas o de archivo. Pues bien, este siglo nos saludaba con la noticia más impactante hasta la fecha. Era el 11 de septiembre de 2001. A las 15 horas (hora española) el telediario, en todas las cadenas, abría con la imagen humeante de una de las Torres Gemelas del World Trade Center. La Torre Norte había sido impactada presumiblemente por un avión. Después, a los pocos minutos, pudimos ver como otro avión se proyectaba contra la otra torre, indemne hasta ese momento. Y esa imagen, junto a lo que siguió, quedó grabada en la retina y en el corazón de todos. Nadie entonces se hizo preguntas y todos asumimos como buena la versión oficial: unos terroristas habían atentado contra los estadounidenses, y en su propio suelo. La turbación obnubiló la mente de todos.
También las imágenes en diferido pueden utilizarse para tergiversar la realidad; sean producto de un montaje a modo de documental, o tomadas fuera del entorno físico al que hacen referencia. Sólo es cuestión de acompañarlas con un buen alegato de expertos en la materia, sean doctos o no, y de reiterarlas multitud de veces. Es el caso del dañoso documental de Al Gore sobre el cambio climático y calentamiento global. El documento gráfico fue emitido por infinidad de canales de televisión en todo el mundo, con el título, “Una verdad incómoda”. Algo que sirvió a su promotor para enriquecerse más; vamos, un trabajo poco incómodo para él.
La televisión nos ha ido convirtiendo en cómodos espectadores pasivos. Hemos ido conociendo las noticias sin tener que leerlas, sin apenas procesarlas; y nos hemos apoltronado.
Con la llegada del Internet de alta velocidad se facilitó el camino a la información multimedia. Aumentó el número de pequeños digitales de noticias que competían con los mass media. Se expandieron YouTube, Facebook y Twitter, permitiendo a cualquiera opinar, noticiar e incluso montar su propio canal informativo. Todo ello ha servido para crear opinión alternativa, y eso es bueno. El mensaje oficial puede ser contrapuesto y la noticia cuestionada.
Nunca como hasta ahora ha sido tan fácil acceder a la información. No obstante, es tanto lo que se pone a nuestro alcance que debemos estar preparados para cribar el grano de la paja. Porque si cuestionamos algo, no es lógico que aceptemos su reverso sin más. Es una tarea que no resulta fácil, pero para nada imposible. Se trata de contrastar, valorar y utilizar la razón. En una palabra: investigar. Y ello conlleva tiempo, por lo general mucho tiempo. Así de fácil y así de complejo. De este modo, los tres casos a los que he hecho referencia son hoy día cuestionados por innumerable cantidad de personas. Y no sólo como mera controversia sin más, sino como discusión reflexiva. En algunos casos con multitud de preguntas sin respuesta e incógnitas por resolver, y en otros con evidencias que ponen en entredicho la versión oficial.
Hoy, cualquiera que lo desee puede encontrar en Internet buena cantidad de trabajos que cuestionan de manera razonable el alunizaje del hombre en el Mar de la Tranquilidad. Asimismo podrá encontrar material que contraviene la versión oficial sobre el 11-S. Y, si lo busca, también hallará documentación fiable que prueba lo falsario del cambio climático y el calentamiento global. Porque no se trata de ser un conspiranoico que se cree rodeado de perversos mentirosos; no, no se trata de una perturbación mental fijada en esa idea. Se trata de encontrar respuestas razonadas a preguntas razonables, de no conformarse, porque sí, con explicaciones que atentan contra nuestro intelecto. Y es que nadie puede estar en contra de buscar la verdad, salvo aquel que miente.
Pero eso empieza a cambiar; la virtualidad en tiempo real ya está con nosotros, y con ella lo anterior se desvanece.
La tecnología pone a nuestro alcance los medios necesarios para indagar y profundizar prácticamente en cualquier materia. Ahora bien, la misma facilidad de acceso a la información, que es en sí un regalo para el conocimiento, puede llegar a ser el mayor enemigo del saber. No todo lo que abunda es riguroso; a menudo lo preciso cuesta encontrarlo. Pensemos en Internet como si fuera una inmensa piscina donde el líquido elemento eleva a la superficie gran parte de la suciedad, haciendo necesario bucear para encontrar aguas más limpias.
Y hablando de tecnología, terminaré refiriéndome al foto-realismo en tiempo real, algo que ya es posible. Aludía antes al directo y al diferido, y hacía hincapié en el impacto que tiene lo primero frente a lo segundo. En buena lógica eso es así, porque entendemos que lo que vemos en vivo, a diferencia de lo grabado, no es manipulable. Pero eso empieza a cambiar; la virtualidad en tiempo real ya está con nosotros, y con ella lo anterior se desvanece. Ya es posible manipular en vivo lo que nuestros ojos ven. Algo que cambiará por completo el concepto de realidad que hasta ahora teníamos. Preparémonos para ello.
Saludos.
T.McARRON