EL ASEDIO DE HUESCA

Asedio a Huesca



Un episodio de la Guerra Civil poco conocido.

 

Hola:


Mucho se ha escrito sobre nuestra Guerra Civil. Unas veces con afán de mostrar la verdad y otras con ánimo revanchista, sin importar que esta resplandezca. Suele pasar, no tanto porque lo que se escribe sea mentira, que a veces sí, sino porque se esconde parte de lo sucedido, con la intención de que sólo se conozca una parte de la historia. Así sucede que hechos importantes se quedan en el baúl, simplemente porque no interesa que lleguen al conocimiento de la mayoría.


Lo que a continuación relataré tiene que ver con un suceso poco sabido y sin embargo relevante, ocurrido en plena Guerra Civil. Conocido es el bombardeo de Guernica, tal vez más por el cuadro de Picasso que por la verdad de lo ocurrido. Y conocidos también los bombardeos de ciudades como Barcelona, Madrid, Valencia, Alicante, Durango, Bilbao, Cartagena, Reus, Tarragona, Lérida, llevados a cabo por el bando nacional. Así como la de ciudades tales que Ceuta, Melilla, Algeciras, Tarifa, Granada, Albacete,  Oviedo, Valladolid, Zaragoza, Huesca, bombardeadas en este caso por los republicanos. Y otras que lo fueron tanto por uno y otro bando como represalia o simplemente por cuestión estratégica, lo que demuestra que en la guerra no hay buenos y malos. Otra cosa es la responsabilidad que una de las partes tiene como provocadora de la contienda.


Pero no es mi intención hablar de quien lanzó más bombas, ni quien mató más civiles. El motivo que me lleva a escribir el presente artículo es el asedio que sufrió la ciudad de Huesca, en este caso a manos de los republicanos. Un suceso poco trillado por lo que he podido comprobar a través de una exhaustiva búsqueda por Internet. Hay poco y lo poco no es muy ilustrativo. Del lado republicano prácticamente nada, cosa que se entiende dado su desarrollo y su fracaso final. Tampoco del lado nacional hay mucho en lo que escarbar. Aun así, me centraré en dos fuentes: el libro “El asedio de Huesca. Evocaciones de una guerra” escrito por Antonio Algarra, comandante del ejército nacional, editado en 1941 y un pequeño librito impreso por el Ayuntamiento de Huesca al final de la contienda y por título “Asedio de Huesca”. Junto a estas fuentes, diversos apuntes bibliográficos, artículos de prensa y una interesante página sobre el tema El cerco a Huesca: I- Siétamo.


...la ciudad recibió el impacto de más de 2.000 proyectiles, entre ataques aéreos y de artillería.


El 17 de julio de 1936 el gobernador militar de Huesca, general De Benito, y el coronel Carmelo García Conde, jefe del regimiento de infantería Valladolid 20, lo tenían claro; había que sumarse al alzamiento que se llevaría a cabo el día siguiente. Así, declarado el estado de guerra en la madrugada del 19 de julio, el regimiento de Infantería Valladolid nº 20, compuesto por su coronel, 3 comandantes, 9 capitanes, 56 subalternos y suboficiales y una tropa de unos cientos de soldados, toma la capital de Huesca. A ellos se añadiría una sección de la Guardia Civil y otra de Asalto.


El 21 de julio, una vez asentados y acuartelados en la ciudad, se produce el primer bombardeo de la aviación republicana, que aprovecha para publicitar proclamas anunciando el fracaso de la sublevación. Hasta el 31 de agosto la ciudad vive una serie de ataques aéreos y también el hostigamiento de grupos de anarquistas. Especial mención merece lo sucedido el día 31, en el que se calcula que la ciudad recibió el impacto de más de 2.000 proyectiles, entre ataques aéreos y de artillería.


El 1 de septiembre los acuartelados reciben refuerzos del regimiento de infantería Galicia 19.  Los días siguientes el ejército republicano estrecha el cerco, quedando a su merced las localidades cercanas de Siétamo y Estrecho Quinto; ambas son tomadas y represaliadas. Todo parece indicar que la toma de Huesca será cuestión de días a lo sumo semanas. Así las cosas, los republicanos optan por un intenso ataque de artillería los días 21 y 22 de octubre. Se bombardea la ciudad y la infantería ataca por diversos flancos, pero la defensa rechaza el ataque y las líneas no cambian.


Durante unos meses baja la intensidad de los bombardeos y los ataques, que aunque siguen son de menor calado. Ya en marzo de 1937 se vuelve a bombardear de manera masiva. En abril se cede el pueblo de Esquedas y el 12 de junio se ataca con crudeza, por tierra y por aire, la población de Chimillas, que pasa a manos del ejército republicano. El día 16, se ataca con igual virulencia la capital. Los aviones, tanques e infantería  republicanos se lanzan a la conquista del último reducto, sin conseguirlo. Lo vuelven a intentar de idéntica manera los días 15 y 17 de julio, con similar resultado. Los cercados siguen repeliendo los ataques y no se mueven. Pasan los meses y el ejército de la República sigue intentando acabar con los insurrectos sin éxito. El último ataque se produciría el 24 de marzo de 1938.


Llegado el 25 de marzo de ese año se levanta el asedio. La ofensiva general del día 22 entra en la capital. En ella participan las Divisiones 51, 62 y 63 del bando nacional, rebasan las líneas enemigas, ensanchan el cerco y se levanta el sitio. Habían transcurrido 20 meses.


Tanto tiempo de sitio convierte a la capital de Huesca en la ciudad española que ha padecido el más largo asedio en tiempo de guerra.  Durante ese periodo se produjeron 137 bombardeos de aviación. Los obuses de la artillería republicana superaron la cifra de 30.000 a lo largo de 210 días. En total más de 900 toneladas de metralla lanzadas sobre la ciudad.


Aún hay quienes buscan remover su memoria, interesados en levantar tumbas buscando cadáveres que lanzar al otro

 

Edificios bombardeados - Huesca
Rota la comunicación ferroviaria el 31 de agosto de 1936; destruida y batida la carretera de Jaca, única vía de acceso; cortado el suministro de agua, que obliga a potabilizar dos antiguas fuentes; la escasez de alimentos, que exige un racionamiento; las enfermedades como el paludismo y otras, que  requieren atención médica. A la vez, edificios derribados, calles levantadas, campos y cosechas demolidas. Y algo de primera necesidad, la falta de agua que fuerza a utilizar vehículos tanque para llevarla desde el depósito de abastecimiento hasta las casas. Un total de 128.000 m³ son distribuidos a lo largo del asedio.


Todo ello conforma un panorama desolador y desalentador que a raíz de lo sucedido no mermó la moral de los asediados. Cuesta entender que una guarnición de unos 6.000 hombres hiciera frente a tantos meses de asedio, teniendo en cuenta que las bajas fueron mes a mes mermando ese número.


Y, como era de esperar, la población civil es también blanco de los ataques. Un conjunto de 118 los muertos y 212 los heridos, todos ellos civiles y de los cuales 93 eran niños. Cabe resaltar que el mayor número de afectados lo produce la aviación, un total de 180, entre heridos y muertos. La cifra final de servicios de atención y traslado de la Cruz Roja llega a 20.458.


La guerra como barbarie humana es lo que tiene. Nunca importan los efectos colaterales. Sólo cuenta la victoria al precio que sea. Pero lo peor, si cabe, es que no se aprende. A pesar de pasar los años, no se olvida, mejor dicho, alguien se encarga de recordar lo sucedido sólo con el ánimo de pedir venganza. Porque si mala es una guerra, peor lo es una civil. En este tipo de guerra se mata más en la retaguardia que en el frente. Desquites, envidias, honores pisoteados, propiedades arrebatadas, ansias de revancha, etc. etc. Todo ello demuestra la bajeza y ruindad del hombre que, perdido su destino, siente con la cabeza y piensa con el corazón.


El maestro Galdós ya dejó escrito, en conversación de uno de los personajes de su voluminosa obra: “Vivimos en una sociedad infame donde los unos son egoístas hasta el crimen; los otros, ignorantes o pusilánimes hasta la estupidez... Esto lo digo yo, yo, que inicié la Revolución de Septiembre, y después arrastré al partido federal a la lucha violenta (…) vuelvo a mi patria con el fin de agitar las masas... “. Los españoles que padecieron un siglo XIX guerra-civilista, el mayor periodo fratricida de nuestra historia y tal vez de Europa, no habían aprendido nada. Con gente, todavía viva, que sufrió aquella perdición decimonónica, la nueva generación volvía a caer en la barbarie.


Y, con todo, no parece que la historia haya ilustrado a esta nuestra generación. Aún hay quienes buscan remover su memoria, interesados en levantar tumbas buscando cadáveres que lanzar al otro, cuando a los muertos, a todos los muertos, se les debe el mayor de los respetos. Dejar que descansen en paz.


Saludos.


T.McARRON

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