La deriva del coleguismo. El educado lenguaje del respeto.
Hola:
Para los que no me conocen diré que mi edad supera el medio siglo. Dicho así, ¡casi nada! Lo hago porque pienso que el tema que voy a tratar requiere dejar eso claro desde un principio. Así, aquellos que no estén de acuerdo con mi planteamiento me podrán llamar antiguo y quizá carca. Lo primero con razón, pues todo aquello que tiene tantos años lo es y lo segundo sin sentido, ya que tal vez ni sepan lo que realmente significa el término.
Cuando uno era un crío, la educación que se recibía, tanto la impartida en las aulas como en casa, hacía hincapié en el respeto que se debía a las personas mayores, y que a esos años son casi todas. El maestro era el Sr. Fulano o D. Mengano y nadie se dirigía a él con otro tratamiento distinto al de usted. También era obligado ese trato cuando hablabas con la Sra. Pepita y el Sr José, los vecinos de enfrente. Sólo dentro de la familia se permitía, en buena lógica, el tuteo. Padres, abuelos, tíos y como no hermanos y primos formaban parte del núcleo con el que comías a diario, o en determinadas ocasiones fruto de celebraciones familiares. No sé si a ello se debe aquella frase que el ofendido tuteado contestaba al maleducado tuteador: “¿Por qué me tutea si nunca hemos comido juntos en la misma mesa?”
Aquí, en España, el tuteo ha supuesto una forma de tratamiento significada por la confianza, símbolo de cercanía, familiaridad, cotidianidad y conocimiento mutuo entre los hablantes. De tal forma que cuando alguno de ellos pretendía marcar una cierta distancia recurría al usted.
En palabras del filólogo y lingüista español D. Manuel Seco Reymundo: “Se utiliza el pronombre tú para designar a la persona a quien se está hablando, cuando existe confianza o camaradería y el pronombre usted si existe cierta distancia”. Sin embargo, no es mi intención entrar en tecnicismos lingüísticos ni gramaticales. Huiré, por tanto, del uso que debe darse al pronombre tú y dejaré de lado la clasificación que D. Emilio Lorenzo Criado hizo en su momento, al referirse al tú político, al tú narrativo, al tú periodístico, al tú familiar y al tú impersonal.
Aquí, en España, el tuteo ha supuesto una forma de tratamiento significada por la confianza, símbolo de cercanía, familiaridad, cotidianidad y conocimiento mutuo entre los hablantes. De tal forma que cuando alguno de ellos pretendía marcar una cierta distancia recurría al usted. El trato de usted suponía respeto para con el otro y, a diferencia del tuteo, marcaba lejanía. Las normas de cortesía indicaban que era de mala educación dirigirse a un extraño, adulto, sin el debido respeto que suponía el uso del usted.
Lo refiero en forma pretérita, ya que en la actualidad apenas se utiliza el otrora educado usted para dirigirse al desconocido. Y alguien, con razón, puede plantearme que ello se debe a la evolución del lenguaje. Puede. No obstante, el fondo, bajo mi punto de vista, es de mayor calado; luego profundizaré en ello. Antes, diré que soy de los que piensa que ni el uso del usted es garantía de buena educación, ni el tuteo tiene por qué representar falta de respeto; aunque, prescindir del usted suponga, en mi opinión, un empobrecimiento del lenguaje.
Cierto, el lenguaje cambia; máxime en estos tiempos, donde las nuevas tecnologías contribuyen a una difusión, a la vez que dispersión, sin precedentes. Pero conviene dejar las cosas en su sitio.
Tiempo atrás, no más allá de tres décadas, cuando las personas se comunicaban entre ellas, fuera de la conversación presencial, lo hacían en su totalidad de manera epistolar o telefónica. Lo que una le decía a la otra quedaba en la esfera privada. Sólo los medios de comunicación lo hacían de forma pública y nadie, sin cierta preparación cultural, accedía a esos medios para manifestar de forma escrita o hablada la noticia, el discurso o las ideas.
La evolución en cualquier faceta de la vida viene determinada por la ciencia. Sin ciencia no hay evolución. Aunque, lejos del avance natural que provoca el hecho científico en sí, existe otro tipo de evolución que podríamos calificar como artificial, impulsado por y desde determinado poder -o poderes-, interesado en modificar usos y costumbres para adaptarlos a un ideario propio. Y cuando no lo consigue de forma pacífica recurre a la revolución donde la violencia se encarga de hacerlo.
Hace siglos esos cambios se producían lentamente, en la medida que los medios disponibles eran capaces de transmitirlos. Lo que en un principio abarcaba varias generaciones, se convierte ya en el siglo XX en un problema generacional, donde la “moda” choca entre padres e hijos, aunque siguen presentes la mayoría de valores que protege la familia. Es a partir de los años ’80 del pasado siglo, cuando los cambios evolutivos adquieren una velocidad de crucero, que despega a comienzos de este siglo al mismo ritmo que lo hace la comunicación, encarnada por el auge de las nuevas tecnologías.
En la actualidad se advierte la total ausencia del uso del usted. Las nuevas generaciones se han criado en el tuteo y los mayores nos vemos inducidos a tomar la “moda” como si fueran lentejas.
Los medios de comunicación de la época son los encargados de ir poco a poco mudando las formas, en especial la televisión. Las entrevistas periodísticas van perdiendo rigidez, se tornan coloquiales, se flexibiliza el trato y se recurre en suma medida al tu impersonal, dejando de lado el usted. Los programas de variedades y humor parecen lugares apropiados para un trato cercano con el espectador, sea en plató o a distancia. Las series nacionales sirven también para mostrar nuevos hábitos de convivencia a nivel familiar, laboral, estudiantil y vecinal. En todo ello se observa un clima de cercanía, donde la relación de colega planea sobre todos los ambientes. Algo que va calando en la sociedad y hace que las normas de urbanidad se relativicen. Se acepta sin prejuicios una mayor cercanía entre empleado y jefe, enfermo y médico, profesional y cliente, administración y administrado, etc.
Durante ese tiempo la persona es mero actor pasivo. Observa, copia hábitos y, sin percatarse, participa del cambio asumiéndolo como normal. Al fin y al cabo, la televisión muestra lo moderno, lo novedoso, lo actual. A ello se suma la nueva corriente educativa, definida por ley, que crea a su vez la nueva escuela, encargada de aliviar a los padres del duro trabajo de la educación moral. Esta se dará por completo en la escuela junto con la enseñanza y formación social. Sólo habrá que esperar un par de décadas y una nueva generación avalará el cambio. El siguiente paso será más fácil.
En la actualidad se advierte la total ausencia del uso del usted. Las nuevas generaciones se han criado en el tuteo y los mayores nos vemos inducidos a tomar la “moda” como si fueran lentejas. Ejemplos mil, en los que se elude el usted. Desde el servicio de atención al cliente que la mayoría de empresas de servicios prestan de forma telefónica, hasta la práctica totalidad de anuncios publicitarios en todo tipo de medios, pasando por los voceros políticos.
Ocurre lo mismo con el trato de los políticos, que al tutearnos demuestran la cercanía que tienen para con lo ajeno, la educación con la que nos asisten y el respeto que nos procesan.
Cuesta entender que hayamos aceptado como normal esta forma de trato; que sin conocernos se dirijan a nosotros tuteándonos, máxime desde la distancia.
En el caso de la atención telefónica me sugiere una ausencia total de respeto, que luego se ve reflejada en el servicio que las compañías tienen para con nosotros. Unos clientes masoquistas a los que les gusta pagar y ser maltratados.
Ocurre lo mismo con el trato de los políticos, que al tutearnos demuestran la cercanía que tienen para con lo ajeno, la educación con la que nos asisten y el respeto que nos procesan. No es de extrañar que hayamos llegado a donde hemos llegado.
Con relación a la publicidad, se puede asegurar que el 99% de los anuncios utilizan el tuteo. Tal vez la razón de ello tenga que ver con estrategias de mercado. Aunque, se ha generalizado tanto su uso que incluso aquella que publicita productos dedicados a gente mayor también lo emplea. El caso de la publicidad es paradigmático de cómo es posible cambiar los usos y costumbres sin que la sociedad se percate de ello.
Me viene ahora a la mente una frase que tiempo atrás me dijo un hombre mayor y sabio. Sería mediada la década de los setenta y decía así: “Cuando el poder te tutea, te está faltando al respeto”. Con la perspectiva que dan los años me ido percatando de cuánta razón tenía esa persona. Nacía el nuevo régimen de la Monarquía Parlamentaria, donde el Rey tuteaba a los ciudadanos y estos debían dirigirse a él como Majestad o cuando menos Señor.
Hilando con lo anterior creo recordar que Adolfo Suárez fue el último político que se dirigió a la ciudadanía tratándola de usted.
¡Vistas las cosas, aquí el resultado!
Saludos.
T.McARRON
(Discurso de dimisión de Adolfo Suárez)