Hoy voy a hablar de la publicidad en los medios, particularmente de la que aparece en Internet, y del atropello que supone a nuestra privacidad. Una de mis actividades profesionales estuvo relacionada con el marketing o, trasladado al español, con la mercadotecnia. Creo, por tanto, que puedo hablar con propiedad.
En publicidad hay una máxima: dirigir el anuncio a la persona adecuada. En los medios convencionales eso es un poco complicado. Los estudios de audiencia y lectura están en su mayoría manipulados, y reflejan de manera poco concisa el segmento al que se dirigen. En televisión la publicidad se suele vender por paquetes, y se concede más importancia a la cantidad a la que se llega, que a la calidad de público al que se dirige. Por otro lado, este tipo de publicidad sólo queda al alcance de las grandes marcas, que en su mayoría utilizan la publicidad más como recuerdo que como lanza.
Por el contrario la publicidad en Internet, además de ser infinitamente más barata, permite elegir el target con pleno acierto. O sea la eficacia del anuncio es mayor, y por tanto la inversión publicitaria resulta más rentable. Es algo que puede comprobar cualquiera que navegue por la red. Los anuncios que aparecen están relacionados con lo que visitamos, con lo que leemos, con lo que vemos, o sea con nuestros gustos. Se trata de publicidad dirigida a la persona, aunque, siendo purista, aún pesa mucho el dispositivo utilizado.
En Internet, como en la vida real, nada es gratis, aquello que lo parece es porque el precio eres tú.
Lo mismo ocurre con la publicidad en las redes sociales. Tanto Facebook como Twitter muestran un tipo de publicidad en consonancia con nuestros gustos. O sea, y conviene que lo tengamos claro, el servicio tiene un precio. No es gratuito. A costa de nuestra intimidad, privacidad, o llámese como se quiera, se nos ofrece un servicio. En Internet, como en la vida real, nada es gratis, aquello que lo parece es porque el precio eres tú. Lo digo como recordatorio para todas aquellas personas que aún creen en los Reyes Magos.
Se ha discutido mucho acerca de la privacidad en Internet. Personalmente, pienso que todo este tipo de publicidad va en contra de ella. Por su parte, las empresas se escudan en que el usuario da el visto bueno a estas prácticas cuando se adhiere previamente al contrato del servicio. Y si bien ello es cierto, también lo es el hecho de que se trata de un contrato de adhesión abusivo. Ahí radica, a mi entender, el problema.
Pero las cosas son como son, y dudo mucho que la autoridad competente se plantee modificar las reglas a favor del usuario. Por tanto, como consumidores deberíamos tener muy claro que nuestra privacidad, mejor dicho intimidad, es sagrada. Debemos defenderla con fuerza. Con todas nuestras fuerzas, si queremos mantener a salvo nuestra cada vez mermada libertad. Medios los hay. Y algunos nos permiten, por lo menos, no enseñar tanto nuestro trasero. Pero de eso hablaré otro día.
Leo Limiste