La verdad, en cifras, acerca del CoVid-19
Hola:
Día tras día los medios de comunicación masiva nos vienen martilleando acerca del número de infectados por CoVid-19. Que si esta semana ha bajado el número de contagios. Que si esta otra la cifra de contagiados ha aumentado peligrosamente. Y a todo ello se suma un nuevo dígito con el que nos indican el comienzo de una nueva ola. Así, desde hace más de un año, los cerebros de las personas se han ido moldeando con miedo.
Un miedo que, visto lo visto, ha mermado la capacidad de intelecto en la inmensa mayoría de la ciudadanía. Una ciudadanía, por otro lado, que no duda de la veracidad del mensaje que recibe. Tanto, que no se hace pregunta alguna. Ni siquiera se preocupa lo más mínimo en contrastar la información que le trasmite la oficialidad. Tampoco se molesta en buscar otras fuentes ajenas al poder político establecido, porque a estas alturas ya le ha succionado el seso. Simple y llanamente el pánico ha obnubilado su razón, y cual animal enjaulado se conforma con seguir vivo, sin percibir los enormes barrotes que merman su libertad.
Desde el inicio de toda esta farsa, aún estoy a la espera de un auténtico debate entre científicos. Un lícito debate entre aquellos a los que llaman conspiranoicos y esos otros a los que yo denomino colaboracionistas. De un lado, y del otro. Así debería ser. Siempre lo ha sido, porque gracias a ello nuestro mundo ha evolucionado. Una evolución basada en el disenso, que ha permitido a nuestra civilización llegar, científica y tecnológicamente, hasta aquí. Sin embargo, desde hace años, ese debate docto e intelectual se ha esfumado y se ha tornado político. O, lo que es peor, ha sido absorbido por millonarios sin escrúpulos. Algo que conoce cualquier persona bien informada.
Aún estoy a la espera de un auténtico debate entre científicos, entre aquellos a los que llaman conspiranoicos y esos otros a los que yo denomino colaboracionistas.
Aclaro lo de farsa, que refiero como fingimiento por el que se da a entender algo que no es cierto. Desde el primer momento la clase política nos ha cercenado la posibilidad de debatir abiertamente, tratando al disidente como si de un conspirador se tratara. Y como suele suceder, cuando la política toma las riendas en asuntos que no le competen, la verdad se manipula a su conveniencia. El poder, político o fáctico, se apodera del “todo” y se cuestiona la verdad absoluta como algo relativo. Luego se trocea y se tergiversa hasta el punto de convertirla en una verdad relativa, que acabará en media verdad absoluta, o lo que es igual en la mayor de las mentiras.
Dicho lo anterior, en este artículo voy a hablar de cifras. De cifras oficiales que están al alcance de todos, y que cualquiera puede confirmar. Todos los datos están extraídos de la web oficial de Eurostat. Se trata, pues, de un estudio elaborado con datos que provienen de un organismo oficial. Para ello me basaré en aquellos que, a mi juicio, resultan menos manipulables. Dejaré de lado infectados y olas, y me centraré exclusivamente en las muertes, por entender que este dato es mucho más fiable. En el total de muertes, con independencia de la causa o la circunstancia que las produjo. Con este dato, realizaré un estudio del exceso de mortalidad del año 2020, respecto a los cinco años anteriores, y comparativo entre quince países de la Unión Europea. Así, los resultados obtenidos nos facilitarán una panorámica de los efectos del llamado virus CoVid-19.
Conviene aclarar, para quien no lo sepa, en que consiste lo que se conoce como exceso de mortalidad. Se trata de un método empírico con el que se mide un aumento temporal del número de muertes en una determinada población. Suele utilizarse en casos derivados de fenómenos ambientales, territoriales o no, como epidemias, olas de frío o calor, guerras o hambrunas. Este tipo de estudios se basa en tomar la cifra de muertes del año estudiado y compararla con la media de muertes de los cinco años anteriores. De tal forma que el diferencial nos indica en qué medida ha influido una determinada causa en la población de un lugar.
Como quiera que el estudio va más allá de un solo país, es preciso conocer la población de cada uno de los países para ponderar los datos conforme al número de habitantes. También subdividiré el informe por semestres. Lo hago para medir la incidencia y conocer el avance que ha tenido el virus, una vez superada la crisis inicial. Ya adelanto que me sorprendió el resultado.
Este primer gráfico (imagen 1) muestra los datos obtenidos del mencionado sitio web. En él se incluye la cifra de muertes por año (2015-2020) y el número de habitantes de cada uno de los quince países que conforman el estudio. En un primer vistazo se aprecia que el año 2020 es en el que se produce un mayor número de muertes, con la única excepción de Noruega en el año 2015.
La imagen 2 recoge el exceso de mortalidad en cifras absolutas y por países. Ahora bien, dado que el número de habitantes suele variar de un año a otro, he creído conveniente introducir ese dato como corrector. Así, la columna 1 muestra el exceso de mortalidad con relación a la media de los cinco años anteriores. La columna 2, el exceso de mortalidad teniendo en cuenta el incremento o decremento poblacional. Por su parte, la imagen 3 refleja de manera gráfica lo anterior.
La imagen 4 detalla la incidencia porcentual, (base 100), del exceso de mortalidad sobre el total de la población. La imagen 5 lo hace de manera gráfica. Puede observarse que el país con mayor exceso de mortalidad es Polonia. El resto de los demás países no llega ni con lejos al 2 por mil.
En la imagen 6 se puede ver la cifra de muertes por 100.000 habitantes promedio de los últimos cinco años y la del año 2020. Al lado, junto a ellas, el diferencial de muertes, que por lo que se ve, y siendo importante, está muy por debajo de lo que algunos pregonan. Por su parte, la imagen numero 7 recoge de manera gráfica la comparativa por países, también en relación al número de muertes por cada 100.000 habitantes.
Estas dos últimas imágenes nos ofrecen una visión del total de muertes -con independencia de la causa- relativa al primer y segundo semestre del año 2020. Se puede apreciar, por un lado, el significativo incremento de muertes en el segundo semestre en países tales que Polonia, Hungría, Suiza y Austria. Por otro lado, en otros como España y Suecia la cifra se redujo considerablemente.
Hasta aquí los datos, expresados en números y gráficos. Espero que todo este estudio arroje un mínimo de luz sobre lo que realmente ha sucedido -y sigue sucediendo-, y abra los ojos a quienes siguen conviviendo con el miedo de un apocalipsis de artificio. Por mi parte, evito añadir conclusiones propias para que sea el lector quien las saque a partir de los datos que aporto.
No es mi intención negar la existencia del virus. Lo que trato de demostrar es que el “bicho” no es tan fiero como nos lo han pintado. Es más, en el caso de España, muchas de las muertes se debieron a la ineficiencia e incapacidad de nuestros dirigentes. Buena prueba de ello es el alto número de muertos en las residencias de mayores a lo largo de los meses de marzo y abril. No creo que sea descabellado pensar en una cifra superior a 30.000. Unas muertes que deberían escandalizarnos, tanto por la forma como por el fondo, pero que al parecer ya han pasado al olvido. Con todo, deseo que algún día se haga justicia, y paguen los responsables de todo ese gerontocidio.
Acabo con la frase de una gran científica, Marie Curie, expresada hace más de un siglo, tras aquella pandemia mal conocida como “gripe española” que se llevó por delante a 50 millones de personas: “Nada en la vida es para ser temido, es sólo para ser comprendido. Ahora es el momento de entender más, de modo que podamos temer menos”.
Saludos.
T.McARRON