Los que me siguen lo saben. A los que me leen por primera vez, les aviso: soy un admirador y fiel seguidor del maestro Eastwood. Reconozco por tanto que lo que diga sobre este hombre es parcial, aunque no por ello deja de ajustarse a verdad. Anticipo esto ya que en este artículo voy a escribir sobre el gran director de cine, concretamente de su recién estrenada película Cry Macho. Pero antes de entrar en cocina permítaseme un par de apuntes.
No suelo guiarme por la crítica. Eso de la crítica, si bien nunca ha sido trigo limpio, últimamente se ha prostituido en demasía. Ahora se lleva más eso otro de la opinión popular –vamos, lo del pulgar arriba–, que también tiene su migaja. No es la primera vez que uno se encuentra con una apestosa unanimidad de deditos arriba respecto a un bodrio, que sólo puede entenderse por cuestiones de moda dogmática. A pesar de todo prefiero esta forma de puntuación que la del crítico profesional. Mejor lo variopinto, eso que hace bueno aquel refrán que dice que para gusto los colores, o si se prefiere los sabores.
La gran mayoría de las películas de ahora han perdido el encanto de las de antaño. Guiones vulgares que cuentan historias banales, grotescas y groseras. Diálogos pedestres y malsonantes. Padres separados, alcohólico él y drogadicta ella, o viceversa, en claro oprobio a la familia. Ausencia de valores y abundancia de vergüenzas. Finales infaustos con mucha maldad y escasa bondad. Por otro lado, una exuberancia de efectos CGI que han acabado con la magia del cine. Y si al cine le quitas el encanto y la magia, deja de ser cine, es otra cosa.
Cry Macho es otra obra de un cineasta excepcional, que muestra su sabiduría en los pequeños detalles
Cry Macho es una buena película. Con guion basado en la novela homónima de Richard Nash, situada en 1979, narra la historia de una vieja estrella de rodeo que acepta la tarea de traer a un adolescente, hijo de un amigo, de México a Texas. Una historia simple –no he leído la novela– que Eastwood eleva a categoría empática: sentimiento e identificación con la vida. Así, sin al parecer esfuerzo, el veterano director crea una película dulce y creíble, y ante todo entrañable. Y a su vez, de forma sosegada, sin violencia, sin tiros y sin peleas ni luchas, filma una historia en la que no falta la acción. Porque aun careciendo de extremismo, la tarea del protagonista se verá envuelta en conflictos hasta llegar a cumplir la misión encomendada.
La puesta en escena de la cinta es excelente, al igual que el ritmo narrativo. Buen trabajo interpretativo, si bien el del muchacho resulta susceptible de mejora, buena fotografía, adecuada música, y algo importante: duración correcta (poco más de hora y media). Ciertamente, nos encontramos ante una lección de clasicismo cinematográfico, algo que por desgracia escasea hoy día.
Otra obra de un cineasta excepcional, que muestra su sabiduría en los pequeños detalles: la mano de una niña sobre la piel arrugada de un anciano, o la dudosa respuesta a la pregunta sobre Dios. Para algunos la película puede resultar anodina, pero pienso que ahí radica el trabajo del director. Eastwood ha querido hacer lo que ha hecho, sin más, algo fresco y liviano, que simplemente entretenga al espectador. Con pequeños huecos de humor, lugar para el sentimentalismo y justo espacio para la maldad. Porque malos los hay, aunque sean chapuceros. Maldad que queda patente en la escena donde la madre del muchacho, pudiente y fulana, trata de vejar a un maltrecho nonagenario.
Y al final… un final que personalmente no esperaba, pero que me gustó, tanto más por el guiño que el director se hace a sí mismo. Porque incluso a ciertas edades se tiene derecho a elegir, y a vivir. En líneas generales, una película más que notable, sin llegar a la excelencia. Pero, ¡caray!, no es nada fácil hacer obras maestras.
Es probable que esta sea la última interpretación de Eastwood, aunque espero que todavía nos siga sorprendiendo como director de alguna que otra película. Y es que los 91 años de edad pesan a la hora de moverse delante de la cámara. Tal vez por ello, en su papel en Cry Macho, Clint ha querido dejar patente que eso de la vejez no tiene cura, pero sí es posible suplir sus limitaciones con talento y el sosiego necesario. Así, asumiendo los impedimentos y trabajando las virtudes se liberan sentimientos sinceros.
Leo Limiste