Hola:
Este domingo, mañana respecto al día que esto escribo, vamos a tener que retrasar una hora nuestro reloj. Acostándonos como de costumbre y levantándonos a la misma hora de siempre dormiremos una hora más. Puede que para los dormilones sea una buena noticia, igual que para los insomnes será una mala nueva. Un día más largo de lo habitual; una jornada que tendrá una duración de veinticinco horas. Pero no hagamos trampa, recuperamos aquello que nos quitaron a finales de marzo. A partir de la tercera hora de este domingo volvemos a tener un horario más aproximado al que marcaría un reloj de sol.
Ahora que nuestro cuerpo ya se había acostumbrado a trasnochar más de lo habitual, ello respecto a la ley natural de la noche y el día, vamos a tener que volver a readaptar nuestro organismo para los nuevos hábitos horarios. Aunque a pesar de todo ello, creo que este reajuste supone menos esfuerzo de acomodo, tanto físico como psíquico. Por lo menos así sucede en mi caso y así también me lo han comentado otras personas. Puede que la razón de ello resida en la vuelta a la naturalidad.
Confieso que esto de obligarme a cambiar la hora de mi reloj no me gusta, y pienso que tampoco debe ser del agrado de mucha más gente. De hecho, todos los artilugios “electro-informático-digitales” –perdón por el palabro- se actualizan por sí mismos. Vamos, para que a nadie se le olvide.
Hasta entrado el siglo XX, el hombre regía su vida con arreglo al horario solar. Era el astro rey quien señalaba los acontecimientos que se debían realizar en cada momento del día.
La historia de asignar un horario oficial diferente al solar es relativamente moderna. Si uno navega por la Red se encuentra explicaciones de todo tipo.
Hasta entrado el siglo XX, el hombre, que ya disponía de reloj mecánico, regía su vida con arreglo al horario solar. Era el astro rey quien señalaba los acontecimientos que se debían realizar en cada momento del día. Había un sincronismo entre la hora que marcaba el reloj, ya fuera de pulsera o bolsillo, y el momento que indicaba la estrella de nuestro sistema planetario.
Y, como no, aquellas primitivas empresas, y el mundo laboral de la época en su conjunto, ajustaban las jornadas de trabajo conforme a la luz natural. No era preciso modificar la hora mecánica en relación a la real. Las cosas se adaptaban a lo natural, con naturalidad. Se trabajaba de día y se descansaba de noche.
Más adelante, tras la gran crisis del petróleo de los años setenta, la mayoría de países industrializados en su conjunto se apuntaron al cambio horario, que llamaron de verano
Al parecer, fue Alemania la primera que, a raíz de la Gran Guerra, modificó su horario oficial adelantándolo una hora con la finalidad de aprovechar mejor la luz solar y abaratar energía. Tras el alemán, otros países hicieron lo mismo, aunque de manera individualizada y de forma cambiante.
Más adelante, como consecuencia de la gran crisis del petróleo de los años setenta, la mayoría de países industrializados, en su conjunto, se apuntaron al cambio horario que llamaron de verano, y que suponía adelantar en una hora la oficial de cada país. Un cambio horario que abarcaba desde el inicio de primavera hasta el final de la estación estival. Todo ello con el ánimo de ahorrar en el consumo energético.
Desde entonces venimos padeciendo los llamados horarios de verano. Más allá de chuscadas gallegas, que en su momento hicieron famosas ingeniosos aldeanos que presumían de irse a dormir antes que las gallinas, está la realidad y la lógica que nos indica la falsa austeridad que provoca la medida. La tesis del hipotético ahorro de energía ha sido y es puesta en cuestión por muchos.
¿Por qué en España, que prácticamente en su totalidad está situada en el mismo meridiano y por tanto mismo huso horario que Gran Bretaña, tenemos una hora más?
Sabemos que los husos horarios están relacionados con las veinticuatro porciones verticales, limitadas por meridianos, en que dividimos nuestro planeta. También que cada porción representa una hora diferente. Mayor a la derecha y menor a la izquierda, según se situé en relación al meridiano 0, conocido también como meridiano de Greenwich. Y que todo esto tiene que ver con la exposición al sol, es decir con la hora solar.
Pues bien, hay un par de preguntas que vienen al caso: ¿por qué en España, que prácticamente en su totalidad está situada en el mismo meridiano, y por tanto mismo huso horario que Gran Bretaña, tenemos una hora más?, ¿por qué Italia, que prácticamente en su integridad está situada dos meridianos más al este que España, tiene la misma hora oficial que nosotros?
Si a esto sumamos las costumbres y la idiosincrasia de cada país, las diferencias que a cada meridiano añade cada paralelo, los nuevos modos de vida, las nuevas formas de trabajo y la progresiva liberalización de horarios, cabría preguntarse: ¿cuál es el motivo que exige guiar la vida de la gente a un compás invisible?
Al final afloran mis temores y acabo pensando en la siniestra mano que mueve los hilos.
Saludos.