...Y uno tras las elecciones.
Hola:
Hace cuatro días, el pasado jueves, el Reino Unido votaba en referéndum su permanencia o salida de la Unión Europea. Un referendo que su primer ministro David Cameron planteó a la ciudadanía británica para que esta decidiera sobre ello.
Y, el pueblo votó salir, dejar de ser europeos y hacerse más británicos. En el fondo, una decisión que no debería haber sorprendido a casi nadie. Los “súbditos de Su Majestad” siempre han sido muy suyos y mantienen poca vocación europeísta. Siguen utilizando su sistema imperial de medidas y circulan por la izquierda.
Con los resultados en la mano, su “premier” se ha visto en la obligación de presentar la dimisión. Un primer ministro al que le gustaba jugar con fuego y que al final se ha quemado. Por los pelos ganó el referéndum sobre la independencia de Escocia y, aunque por poco, ha perdido este último.
Camerón es más demócrata por haber consultado al pueblo una decisión. En un sistema parlamentario, la democracia no aumenta por convocar referendos.
Cameron pasará a la historia como el peor primer ministro del Reino Unido y, probablemente, encabece el ranking de los más pésimos de la U.E. Su incapacidad de liderazgo y su vaciedad como estadista lo sitúan a la cola de los más ineptos.
Cuando un gobierno convoca un referendo es para ganarlo. No conozco, tal vez me falle la memoria, ningún otro caso en que el ejecutivo pierde un referéndum propuesto por él.
Tampoco, Camerón es más demócrata por haber consultado al pueblo una decisión. En un sistema parlamentario, la democracia no aumenta por convocar referendos.
Lo que sí ha demostrado es su incompetencia, creando un problema mayor al que pudiera existir. Es cierto que una parte importante de la sociedad británica exigía cambiar algunas de las reglas, en especial aquellas referidas a la inmigración.
Pero, también es cierto que el Reino Unido nunca ha apostado por Europa. Siempre protegió sus privilegios y los preservó por encima de los intereses comunitarios. Así jugó desde el principio, a querer ser sin estar.
Por ello, la decisión de Cameron de formular el referendo es tan grave. Porque saliera el resultado que fuera, éste sólo serviría para corroborar la división de la sociedad sobre un problema de inmensa envergadura, que el cenutrio no supo valorar. No tuvo la capacidad de convencimiento, ni tampoco la astucia de marcar unos mínimos diferenciales en un tipo de decisión tan trascendental. Ese partido no se puede ganar por la mínima. El resultado final debe señalar de manera amplia la voluntad mayoritaria, ya que los efectos de la medida afectan al corazón y a la razón, a la par que al bolsillo.
No soy amante de la globalización. Para nada me gusta lo que persigue. Pero, una cosa es la globalización y su perversa búsqueda de la igualdad, y otra encontrar en la diversidad y el respeto, la unidad.
Pero no, el negligente Cameron puede alardear de haber contribuido con su ineptitud a que, mayores y jóvenes, urbanitas y rurales, independentistas y unionistas, listos y tontos, se tiren los trastos a la cabeza. De hecho ahí están los, hasta ahora, más de tres millones que reclaman una nueva votación.
A todo lo anterior, que es malo, cabe añadir el grave problema económico que se cierne sobre el bolsillo de todos los británicos, sean de uno u otro parecer. También, el daño que supondrá, económica y políticamente, para el resto de la Unión Europea, sin dejar de lado una posible voladura del proceso de unión. ¡Vaya genio más necio!
Los graves problemas que sufre Europa y que sus ignotos políticos no son capaces de resolver, salen a la luz y pueden ser el detonante que utilicen los populismos para lograr sus objetivos. El efecto dominó está latente y podría dinamitar en poco tiempo la cohesión europea, haciendo que todo lo conseguido salte por los aires. Hoy todos los europeos somos más pobres. Y, la pobreza es aliada de la demagogia.
No soy en nada amante de la globalización. Para nada me gusta lo que persigue. Pero, una cosa es la globalización y su perversa búsqueda de la igualdad, y otra encontrar en la diversidad y el respeto, la unidad, la de mercado y la política, sin dejar de lado nuestras raíces y creencias. Estas últimas, ambas, tan olvidadas y ninguneadas por el poder político.
Aquí tras las elecciones generales, algo ha cambiado.
Desconozco si el ‘Brexit’ ha influido en los resultados de las elecciones generales celebradas ayer en nuestro país. Personalmente pienso que la influencia, si la ha habido, debe haber sido insignificante.
Lo que sí plasman los resultados es que a la ciudadanía no le gustan las aventuras y que en tiempo de incertidumbre no conviene hacer mudanzas. Algo por otro lado lógico. También, el espectáculo político vivido durante este último medio año ha contribuido a destapar las carencias de las medidas populistas, a la vez que la de sus promotores, más inmersos en su ego y beneficio propio que en el del bien común.
Lejos del número de diputados, de ventajas e inconvenientes de la ley electoral, la realidad es esa. Las reglas de juego son idénticas a las del pasado diciembre y con ellas el primero le saca al segundo casi 2 millones y medio de votos.
Analizando los resultados de la votación se observa que hay un único ganador, el Partido Popular. Con una participación prácticamente igual a la del pasado diciembre, el PP gana más de 669.000 votos, frente a un PSOE que se deja más de 120.000 votos. Ciudadanos pierde más de 390.000, mientras que Unidos-Podemos se descalabra, con una pérdida en número de votos que supera el millón.
Lejos del número de diputados, de ventajas e inconvenientes de la ley electoral, la realidad es esa. Las reglas de juego son idénticas a las del pasado diciembre y con ellas el primero le saca al segundo casi 2 millones y medio de votos. Una considerable diferencia que debería bastar para alejar el fantasma de nuevas elecciones y el deseo de experimentos truculentos.
Eso es lo que la lógica ordena y es de esperar que esta vez impere la sensatez. Es preciso apartar cuanto antes cualquier síntoma de inestabilidad y para ello es necesario que los políticos que padecemos ejerciten la sensatez y dejen de lado sus enfermizas ansias de poder.
¡Qué siga quedando patente que Cameron encabeza la lista de la incapacidad política!
Saludos.
T.McARRON