¿Quién salva a España?
Los días de estas pasadas fiestas navideñas los he dedicado en gran parte al asueto. Esto me ha permitido bucear en la multitud de archivos antiguos, que guardo en discos duros de hace tiempo, con el ánimo de encontrar cosas interesantes. Es bien cierto, y en mi caso más, que eso es como buscar una aguja en un pajar; seguro que la aguja no aparece, pero encuentras algo. Los que llevamos tiempo metidos en esto de la informática lo sabemos bien. Los cambios de ordenador, el querer mantener la información, las copias de seguridad y todo ese maremágnum de bits, nos convierten en unos bibliófilos del tres al cuarto. Al menos a mí, que sé que está, pero no donde.
Digo lo anterior porque en esa búsqueda encontré un poema que no es mío, pero que me llamó la atención por su lustre, y también por su actualidad aun siendo algo añejo. Lamento desconocer quién es su autor, si bien la fecha que figura en el archivo data de 2012. Desde aquí quiero agradecer el trabajo.
Sin más, trascribo a continuación el poema completo, que titularé: “¿Quién salva a España?” Leedlo entero, merece la pena.
Leo Limiste
España, tus hijos braman
y te están echando un pulso
en este tiempo convulso
los que sin ti se proclaman.
Engañados, no te aman.
¡Perdónalos Patria mía!
Que una extraña astrología
desmemoria los colegios
y conjura sortilegios
de mediocre lejanía.
No se olvidará tu historia
por más que quiera decir
quien pretende maldecir
tu portentosa memoria.
Pues tu pasado es de gloria
y coraje furibundo,
no se olvide ni un segundo
que las naves españolas
atravesaron las olas
para conquistar el mundo.
Unida por los romanos.
Invadida por los moros;
no arrancaron los tesoros
de las palmas de tus manos.
Pero te habitan tiranos,
de descriptible criterio,
que se proponen en serio
presumir la voluntad
de destruir la unidad
de lo que fuera un Imperio.
No ruedes por esa rampa
Madre de los españoles.
¡Qué brillen todos tus soles
para que luzca tu estampa!
Te están tendiendo una trampa
esos hijos mal nacidos
que nos quieren desunidos,
articulando un discurso
para que siga su curso
la construcción de sus nidos.
¡Pero si somos hermanos!
¡Si buscamos acomodo
para luchar codo a codo
contra tirios y troyanos!
Si todos somos hispanos…
¡Qué España no es un banquero
a quien sacarle dinero
y enseñarle una guirnalda
para apuñalar su espalda
como ocupante extranjero!
Y nos llaman invasores.
Y nos quieren provocar
para podernos echar
no precisamente flores.
Una tierra de señores,
-donde el corpore insepulto
es santo y seña y fue culto
para conquistar naciones-,
no perdona más traiciones.
Ni habrá perdón, ni habrá indulto.
Patria mía, no te lamentas
de agravios comparativos:
se acumulan tus archivos
con batallas más cruentas.
Pero queremos que sientas
que, contra toda alimaña,
como un eco en la montaña,
para defender tu tierra
se oirán tambores de guerra.
¡Santiago y cierra España!