En política no se puede llegar tarde, Sr. Casado.
Hola:
Hasta no hace mucho, llegar a tiempo era considerado una virtud, un buen hábito que hablaba bien de quien lo tenía. Muchos recordamos películas, sobre todo inglesas, en las que la costumbre de la puntualidad se trataba con exquisita elegancia. La hora del té, por ejemplo, ha sido algo que siempre ha llamado la atención de la gente de otros países mas dados a la anarquía horaria.
Pero eso de la puntualidad no ha sido cosa exclusiva de los ingleses. Los varones que peinamos canas recordamos con nostalgia nuestras primeras citas amorosas. Sobre todo aquella inicial, a la que llegábamos bastante antes de la hora prevista, porque los nervios no nos dejaban estar quietos, o simplemente “por si acaso” nuestro reloj se había atrasado.
Hablo en pasado porque la costumbre inglesa está en decadencia, y porque ahora las citas amorosas han dejado de ser lo que eran. Ahora todo es más “light”. La ligereza ha perdido presteza y se ha convertido exclusivamente en levedad, en algo sin sustancia. Por muy importante que sea el hecho, se medita poco y se lleva a cabo de forma irreflexiva. En un mundo que parece correr más que nunca, nos movemos sin ton ni son.
Hasta las empresas, en su mayoría, han quitado los pluses de puntualidad. Ahora se trabaja bajo lo que se llama horario flexible. Algo que en el fondo es mucho peor que el rígido de antaño, porque antes se respetaba las horas de labor, y al trabajador se le pagaba su tiempo extra de dedicación. ¡Ah!, ¿dónde han ido a parar aquellas horas extras que salvaban la economía de muchas familias y permitían dejar atrás la hipoteca del piso en no más de cinco años?
En política es muy importante saber manejar los tiempos, que no es lo mismo que utilizar el tiempo.
Pues sí, las cosas cambian. Algunas para bien y otras para mal. Nos hemos quitado el peso del reloj de muñeca y cargamos con el del móvil, que también nos da la hora y más cosas. Pero en ese cambio no todo son ventajas, algo que puede veamos sólo unos pocos. Y es que el animal doméstico ya no añora la libertad, se ha acostumbrado a comer lo que le dan y con ello se siente satisfecho.
Siempre he sido partidario del avance tecnológico. Gracias a él la humanidad ha prosperado. Pero uno siempre ha de estar en guardia, y ser consciente de que nada tiene más valor que la libertad. Pensemos que el “poder” casi siempre se apropia del progreso, que luego te ofrece a cambio de tu sumisión. Uno siempre ha de poner sobre un platillo de la balanza la libertad y en el otro lo que el poder te brinda. Y cuando percibas que el dial se inclina en exceso hacia lo dado, recházalo, porque aun pareciéndolo nada es gratis.
Pero volvamos a eso de la puntualidad, y veámoslo desde otra óptica. En política es muy importante saber manejar los tiempos, que no es lo mismo que utilizar el tiempo. Lo primero demuestra capacidad de encaje y videncia. Lo segundo es simplemente quimérico. O llegas a tiempo o llegas tarde. Y, en política, cuando llegas tarde, date por muerto.
Mucho me temo que el Sr. Casado es un impuntual político. Después de haber dormido el sueño de los justos, tal vez porque en el PP es algo innato, parece ahora despertar y mostrar, cual personaje bíblico, que su paciencia se ha agotado. Aunque, personalmente, creo que lo que ha sacudido su somnolencia ha sido el voraz e indecente ataque que está recibiendo su pupila de Madrid.
Hay que apagar el fuego tan pronto se detecta la primera chispa. ¡Y chispas no han sido! Sr. Casado. Lo que ha habido es una llamarada de proporciones gigantescas
En todo caso, bienvenido al mundo de los vivos, Sr. Casado. Aunque el problema es que llega usted tarde, muy tarde. Es mucha la distancia que le saca el adversario, en una carrera en la que usted tenía todas las de ganar. Al igual que su antecesor perdió el reloj, y ahora desconoce el día en el que vive.
La labor del que se considera jefe de la oposición es opositar al cargo de presidente, y la del partido de la oposición oponerse a la política que hace el gobierno. Fíjese si es simple. Pero usted se ha empeñado, no sólo en apoyar al gobierno, sino en justificar sus decisiones y, acaso también, en minimizar sus errores. Aún más, las de un gobierno mentiroso.
Para nada vale, y usted lo debería saber, esperar a que todo esto pase para pedir responsabilidades. Hay que apagar el fuego tan pronto se detecta la primera chispa. ¡Y chispas no han sido! Sr. Casado. Lo que ha habido es una llamarada de proporciones gigantescas, que se ha llevado por delante a decenas de miles de compatriotas. La mayoría de ellos auténticos héroes por cuanto han contribuido a hacer grande a este país; sin olvidar que han sido enterrados en la más absoluta miseria de la indiferencia.
Usted, Sr. Casado, es responsable de que el gobierno haya actuado a sus anchas y de las mentiras de este por no haberlas cuestionado. Y, no lo olvide, usted es cómplice de la merma de nuestras libertades. Lo del estado de alarma como medida preventiva de la pandemia es de dudosa legalidad democrática. Y mucho más sus reiteradas prorrogas, que han convertido nuestra nación en un estado policial.
Y deben hablar del negro panorama que se nos viene encima. Sin alarmismo, pero a su vez con toda la crudeza. Luego será tarde.
Así y todo, no acaba ahí su mal hacer. Resulta inaceptable que el principal partido de la oposición no haya aireado las falsedades y maldades de este gobierno mentiroso. Resulta inadmisible que seamos los españoles de a pie quienes, buceando en el BOE y en periódicos extranjeros, hayamos sacado a la luz pública las maquinaciones y chanchullos de esta cuadrilla de incapaces.
Las consecuencias de todo este sinsentido político serán muchas y algunas muy graves, como aquellas relacionadas con la economía. El gobierno lo sabe, pero no lo dice. Algo hasta cierto punto entendible. Lo malo es que tampoco lo diga la oposición. Ustedes no están para callar, han sido elegidos para denunciar el mal hacer del gobierno, y deben hablar del negro panorama que se nos viene encima. Sin alarmismo, pero a su vez con toda la crudeza. Luego será tarde.
Creo que es usted una buena persona, pero en política no vale con eso. La bondad y la decencia deberían darse por añadidura. Entre otras cosas, hay que estar persuadido de las ideas que se pregonan, y se ha de llegar a tiempo para ejecutarlas.
Saludos.
T.McARRON