SALAMANCA: LA CIUDAD VIVA

Salamanca - Plaza Mayor


Entre monumentos y juventud.

 

A primeros de este mes decidí pasar unos días en Salamanca. Visitar la capital charra no era una novedad para mí. Ya había gozado de ella en otras ocasiones. Con esta son seis las veces que lo he hecho, y no piense el lector que ello le quitó interés a esta última. Al contrario, he de decir que en esta ocasión me ha gustado aún más. A la excelsitud y esplendor de sus monumentos, la afabilidad de sus gentes, hay que añadir el brillo y colorido que aporta el campus universitario.


Situarse en mitad de su Plaza Mayor. Observar por fuera y por dentro su Catedral(es), las fachadas e interiores de sus iglesias, en especial la de San Esteban y la de La Purísima. Visitar la Casa de las Conchas al completo. O simplemente regodearse con la monumentalidad de otros edificios, como el complejo de la Universidad Pontificia, con su portada y cúpula, el Palacio de Monterrey o el puente Romano, este a las afueras del casco histórico. Todo ello, sin dejar de lado sus teatros, museos y otros lugares de encanto. Un auténtico manjar para la vista y la mente, que hay que degustar con tiempo.


La Universidad de Salamanca data del siglo XIII, lo que la sitúa como la más antigua de España y una de las primeras que se fundaron en Europa. A esta se suma otra, la Universidad Pontificia de Salamanca, creada en 1940 al poco de acabar la Guerra Civil. Ambas hacen de la ciudad un autentico feudo del saber, aunque por desgracia, como ocurre en el resto de instituciones docentes en España, también hayan bajado el listón de la instrucción.


Aún recuerdo aquella primera vez, allá en el verano de 1982, cuando el jolgorio de la noche salmantina me atrapó. A diferencia de la Barcelona y el Madrid de entonces, con marcado sesgo intergeneracional, la marcha de Salamanca era particularmente juvenil. Pues bien, hoy, y a pesar de la actual situación, sigue igual; muy diferente de la presente Barcelona que ha perdido gran parte de su encanto, tanto diurno como nocturno.


Disfrutar de unos días de asueto en Salamanca, una ciudad monumental, apasionante y viva.


El alto número de universitarios que ronda los 30.000, en una población de poco más de 140.000 habitantes, hace de esta una ciudad viva, tal vez la urbe española con la media de edad más baja.


Al atardecer puede uno sentarse en alguna terraza de los soportales frente al mercado central y disfrutar de la música que los veteranos tunos tienen a bien compartir. Luego, en la tarde-noche, darse una vuelta por las vías adyacentes a la Plaza Mayor en busca de sitio en alguna terraza donde tomar y tapear algo. Particularmente llamativas son las calles que llevan a la Gran Vía, por la riada de jóvenes que, a modo de esparcimiento y diversión, las llenan. Tanto por quienes las pasean, como por aquellos que colman las terrazas de los bares.


Y si quieres huir de la multitud, puedes darte un garbeo por otras zonas, también cercanas a la Plaza Mayor, como la calle Zamora o la Plaza de los Bandos. Por ahí, con un poco más de tranquilidad, puedes pedirte un combinado a un precio más que atractivo. Y si eres de los muy tranquilos, siempre te queda la posibilidad de sentarte en una de las muchas terrazas de la Plaza Mayor y tomarte un café o un refresco.


Por lo que respecta a la restauración el abanico es amplio. Partiendo de que Salamanca es cuna de un excelente jamón y de muy buenas viandas, las posibilidades de llenar el estómago son varias y para todos los bolsillos. Puedes almorzar muy decentemente con menús entre 13€ y 15€, y la cena la puedes resolver por similares cifras. Por ejemplo, una buena ración de huevos rotos con jamón y patatas acompañada de una copa de cerveza te puede salir, en plena Plaza Mayor, por unos 12€.


En fin, he disfrutado de unos días de asueto en una ciudad monumental, apasionante y viva, de la que marché rejuvenecido; valga la expresión: con diez años menos.


Leo Limiste

Entradas que pueden interesarte

Recomendaciones