La exigencia de los "refugiados" musulmanes
Hola:
Publicaba el pasado martes el diario británico Daily Express en su versión digital una noticia, cuyo titular era cuando menos llamativo: “Alemania prohíbe las salchichas”.
Al completar la información lo atrayente se vuelve, bajo mi punto de vista, preocupante.
«Se prohíbe el consumo de productos que contengan carne de cerdo en bares y colegios para no ofender a los refugiados. En Alemania, las escuelas y comedores públicos han retirado la carne de cerdo de sus menús por temor a ofender a los inmigrantes musulmanes, según ha revelado un alto dirigente político. Un número cada vez mayor de los comedores públicos, guarderías y colegios han dejado de servir salchichas, tocino, jamón y otros platos con ingredientes de cerdo por consideraciones religiosas.»
Se prohíbe el consumo de productos que contengan carne de cerdo en bares y colegios para no ofender a los refugiados. Las escuelas y comedores públicos han retirado la carne de cerdo de sus menús
Hurgando más en la noticia descubro que la base del hecho tiene su origen en el Estado de Schleswig-Holstein, gobernado desde 2012 por una coalición de socialistas y verdes, donde se está empezando a retirar la carne de cerdo de los menús de los colegios públicos y restaurantes. El asunto preocupa dentro de las filas del CDU –de la canciller Merkel- y este partido tiene previsto presentar en el Parlamento regional una serie de medidas para asegurar que la carne de cerdo seguirá presente en los comedores escolares y demás menús públicos.
Reivindicaciones de este tipo no son nuevas. La presencia de menús sin cerdo, en guarderías y colegios públicos es una exigencia constante de las asociaciones musulmanas en toda Europa.
Aquí en España también se han producido peticiones similares que han publicado algunos medios de comunicación, aunque me temo que el número de casos debe ser mayor del que se pregona. Existe un supuesto buenismo que los silencia, que prefiere poner la otra mejilla antes que defender los valores propios de una sociedad, dueña de la civilización que ampara, o amparaba, los valores de la libertad.
Reivindicaciones de este tipo no son nuevas. La presencia de menús sin cerdo, en guarderías y colegios públicos es una exigencia constante de las asociaciones musulmanas en toda Europa.
Personalmente me importa un pífano los gustos culinarios de cada cual. Si los musulmanes entienden que no deben comer carne de cerdo porque las Suras del Corán se lo prohíben, que no la coman. (Sura 5:3-4 “Os está vedada la carne muerta, la sangre, la carne de cerdo, la de animal sobre el que se haya invocado un nombre diferente del de Alá”).
Pero, en mi casa nadie me ordena lo que debo cocinar. Si acudes a mi hogar, sin invitarte y máxime sin conocerte, o comes lo que te ofrezco o marchas cómo y por dónde has venido. Con ingenuidad me pregunto: ¿Alguien en su sano juicio concibe como normal que se siente en su mesa una persona, sin previamente ser invitada, le exija la carta, le desprecie y encima no pague?
Para la mayoría de políticos europeos este es un problema que tratan de esconder y relativizar. No tienen la capacidad, entereza y valentía necesaria para hacerle frente. Su irresponsabilidad les lleva, al igual que el avestruz, a esconder la cabeza, esperando que el problema se resuelva solo. ¡Qué poca Historia les ilustra! Toda aquella civilización que pierde sus principios está condenada a desaparecer.
La impostura de nuestros prebostes políticos europeos, carentes de perspectiva y exentos del otrora valor, inclinados ante el actual chantaje turco en pos de la solución a un problema mal entendido, por cuanto no servirá para apaciguar la constante entrada de muy escasos refugiados, casi ninguno cristiano, y multitud de invasores enmascarados como pobres inmigrantes que escapan del hambre y la guerra. Ninguno de ellos dirigiéndose y pidiendo ayuda a sus hermanos saudís, que en buena lógica deberían ser los primeros en prestarles ayuda. ¡A la Meca sólo cuando toca!
Ello sirve para imprimir una solidaridad con lo ajeno y lejano, cuando nuestra morada no tiene puertas ni ventanas y está repleta de goteras.
En eso los musulmanes nos dan lecciones y defienden lo suyo a kufiyya y espada. No renunciarán nunca a sus principios por muy arcaicos que sean, no adoptarán ninguna de nuestras costumbres por avanzadas que se muestren, no se integrarán porque lo suyo es imposición y responderán ante cualquier oposición porque su religión se lo exige. Su libro sagrado no aconseja poner la otra mejilla ni practicar el pacifismo.
En nuestra vieja Europa hemos perdido la capacidad de asombro. Nos venden una sociedad del bienestar malévola, por cuanto esconde el valor de las cosas. Todo parece gratuito, nada merece esfuerzo y aquello que se desea se alcanza sin necesidad de exhalar sudor por la frente. Ello sirve para imprimir una solidaridad con lo ajeno y lejano, cuando nuestra morada no tiene puertas ni ventanas y está repleta de goteras.
“Europa se está muriendo. Vemos su cuerpo marchito y su alma agotada”. Son palabras de Pedro Cobo, Doctor en Historia por la Universidad de Málaga, quien añade que la herencia greco-romana y las raíces cristianas de Europa están en total decadencia. Menciona, a su vez, al controvertido filosofo Oswald Spengler, quien según Cobo, ya lo pronosticaba en su libro La decadencia de Occidente, publicado en 1918. En él “auguraba que a esta región ya le tocaba morir tal como había sucedido con los sumerios, los griegos, los babilónicos o los romanos”; y agrega que “uno de los síntomas claros de la decadencia de una civilización es el paso de una sociedad religiosa a una sociedad racional que ha perdido sus bases religiosas”.
Permitirme que finalice con un párrafo del citado libro de Spengler: “Debe ser considerado el Islam como el puritanismo de todo este grupo de religiones mágicas, aunque aparece en la forma de una religión nueva en el territorio de la iglesia meridional y del judaísmo talmúdico. En esta honda significación, y no sólo en la potencia del ímpetu guerrero, reside el secreto de su fabuloso éxito”.
Como siempre, quienes renuncian a hacer historia se limitan a padecerla.
Saludos.
T.McARRON