PREPARANDO EL INCESTO QUE VIENE

Incesto - Lot y sus hijas

¿Cuánto falta para que se legalice el incesto?

 

Hola:


En 1980 se estrenaba en España la película “El divorcio que viene” dirigida por Pedro Masó. Con guion del propio director y de Rafael Azcona, la cinta muestra en clave de humor las peripecias de un hombre casado que se enamora perdidamente de la mujer de su mejor amigo. Ello da pie a que el filme retrate el ambiente de descontento matrimonial que ambas parejas viven. En el fondo subyace el ansia que todos tienen por la aprobación de una futura ley de divorcio.


Pero, no es mi intención hablar de esta película que, salvo en lo referente al campo interpretativo, es bastante mediocre, sino de la oportunidad del momento. Así, un año después se aprobaría en España la norma conocida como ley del divorcio. Durante años se había ido preparando a la sociedad española para que asimilara el hecho como normal, a la vez que necesario. Y así fue. La otrora católica y conservadora sociedad española percibió como necesidad la puesta en marcha de una ley que facilitara la separación legal de aquellas parejas que habían perdido el amor mutuo de antaño. Es cierto que aquella Ley era bastante exigente, pero tampoco se puede negar que sirvió de ariete a posteriores flexibilizaciones, que han convertido el matrimonio en un mero contrato sinalagmático que a poco o nada compele y que cualquier parte puede anular en todo momento.


Hace unos meses escribí un artículo que titulé La ventana de Overton en el que refería cómo es posible cambiar los hábitos de la sociedad, haciendo que esta vea como hechos normales aquellos que tiempo atrás consideraba como impensables e incluso como aberrantes. El pasado siglo está lleno de ejemplos, desde los más tímidos hasta los más osados. Tras la II Guerra mundial, los años ’50 encarnan el inicio de una nueva cultura, toda una revolución que el marxismo cultural se encargaría de ir calando en la colectividad y que se encimaría con el Mayo Francés. La nueva sociedad de la época, ávida de información, se apoya en los medios de comunicación y, como no, estos junto a la joven televisión se prestan a la tarea de alabar los cambios, que se producen como algo bueno, esperado y deseado por todos. Son tiempos de bonanza económica, de novedades  tecnológicas y de la moral relativa que abonará el terreno a los hacedores de la ingeniería social.


En los últimos diez días dos medios digitales de amplia difusión han publicado, a modo de publirreportaje, sendas noticias relacionadas con el incesto.


Sin evolución no hay futuro. Un mundo anclado perecería en su propio inmovilismo. Es cierto, la sociedad se alimenta del progreso y el hombre como integrante de ella colabora en ello, poniendo de su parte todo el intelecto de que dispone. Ahora bien, no siempre la evolución se trasforma en progreso. En ocasiones aquello que parece evolutivo se utiliza de forma involutiva. Cualquiera que preste atención a la historia de la humanidad se dará cuenta de ello. Así todo, muchos de los cambios sociales se producen como consecuencia del avance. Sin embargo, otros que nada tienen de progresivos, son producto de la estudiada maniobra de un poder en la sombra, que busca la rendición del hombre y su sumisión; utilizado este como mero instrumento material sujeto a un nuevo orden establecido desde la cúspide.


En los últimos diez días dos medios digitales de amplia difusión han publicado, a modo de publirreportaje, sendas noticias relacionadas con el incesto. La primera el pasado día 16, donde el digital El Español titulaba así una noticia: “Los hermanos Moya, 40 años como pareja: dos hijos, libro de familia, pero no pueden casarse”. La segunda publicada el día 22 por el diario El Mundo, cuyo encabezado de la noticia decía: “El amor, incesto y embarazo de los hermanos Parra”. Lo que me llama la atención de ambas noticias es la forma en que son presentadas por los medios. En los dos casos las noticias son tratadas de manera amigable, mostrando el lado humano de los perversos, como si fueran sujetos maltratados por una sociedad que no les comprende. Una sociedad que va en contra de su felicidad, porque es eso y sólo eso lo que buscan.


Algunos de los párrafos que insertan las noticias son claramente apologéticos. En ellos se observa una defensa de la aberración cometida, ya que se hace por amor. Frases como: “Los dos reconocieron que el amor no podía detenerse”, recorren todo el reportaje. También la comprensión generalizada del vecindario adorna su felicidad y muestra como la mayoría comprende su extravío. Así, en el caso de los hermanos Moya se afirma que “los vecinos les saludan y les sonríen en la puerta del bar cuya puerta está al lado del portal de la casa.” Y si hay gente que no les entiende, no les importa, “llevan muchos años luchando, demasiados como para que una mala mirada, un gesto desafortunado o una ceja arqueada al conocer su verdad les quite el sueño.” Y como era de esperar, tampoco la Iglesia queda bien parada. Lo deja claro la hija mayor: “Fíjate hasta qué punto hemos tenido que aguantar. Hace algunos años, el cura del pueblo me dijo que éramos unos hijos de Satanás, que no nos iba a ayudar”.


Analizado desde el plano moral el incesto, consentido o no, es siempre un acto irracional que engulle la dignidad del hombre, rebajándolo a mero ser de instintos.


El caso de los hermanos Parra, mejor dicho hermanastros, aparenta ser más bien un montaje que se hace por dinero. No obstante, la nota periodística no parece detenerse en eso. Lo que importa para el redactor es el hecho, aberrante en sí, sea cierto o falso. No extraña, por ello, ver cómo el plumilla se involucra en la defensa de los desviados al afirmar que, “La historia de los hermanos Parra podría tener un prólogo sobre el amor sin barreras ni prejuicios que rompa con el tabú del incesto” y añade “No busque una explicación racional porque el amor, si de algo carece, es de racionalidad.” Los prejuicios de la actual sociedad se dejan para el final; y, claro, no podían quedar de lado los problemas a los que se tiene que enfrentar la pareja. La imposibilidad de casarse porque el Código Civil lo prohíbe en su caso, dejando claro, eso sí, que el incesto no es delito desde 1978, y la dificultad para que aparezca el nombre del padre en el libro de familia. ¡Toda una injusticia que habrá que cambiar!


Carlos II de España El hechizado

Desde una perspectiva antropológica el ser humano ha buscado siempre la relación sexual fuera de la familia. Tal vez por ello, y desde esa posición, raras han sido las civilizaciones que han visto con buenos ojos el incesto, cuando menos en relaciones de primer grado de parentesco. Desde el punto de vista biológico se ha demostrado que el ser humano nacido de una relación incestuosa tiene un riesgo mucho mayor de desarrollar problemas físicos hereditarios, él y su descendencia, dado que se transmite un cuadro genético paralelo. Analizado desde el plano moral el incesto, consentido o no, es siempre un acto irracional que engulle la dignidad del hombre, rebajándolo a mero ser de instintos.


Al igual que ocurre con otro tipo de aberraciones, el incesto tiene sus parroquianos. Sólo hace falta darse una vuelta por la Red y comprobar la inmensa cantidad de páginas que defienden este tipo de anomalía. Los apologetas ponen por montera la libertad que asiste a las personas que, de mutuo acuerdo, mantienen una relación sexual consanguínea. Su inane razonamiento obvia que el avance de la sociedad se debe en buena medida a que esta abandonó y censuró las uniones endogámicas. Tampoco parecen muy enterados de que la práctica incestuosa suele ser producto de un abuso, que marca de por vida la existencia del violentado.


El afamado psiquiatra y profesor universitario Dr. Heinrich Többen afirmaba “no haber hallado más que un solo caso de normalidad mental en los treinta examinados” en su libro Über den Inzest


Dicho lo anterior, me importa un pífano lo que cada cual haga con su vida. No seré yo quien se meta en la existencia de los demás, salvo que sus actos tengan consecuencia en terceros. Y añadiré, para los casos llamados de relación consentida, que cuesta entender que dos o más miembros de una familia padezcan el mismo grado de depravación, salvo que sufran algún tipo de trastorno mental o hayan carecido de una educación familiar acorde a los principios y valores morales.


El afamado psiquiatra y profesor universitario Dr. Heinrich Többen afirmaba “no haber hallado más que un solo caso de normalidad mental en los treinta examinados” en su libro Über den Inzest (Sobre el incesto), publicado en Viena en 1925 y añadía: “el resto hallábase constituido por débiles mentales, alcohólicos, psicópatas y otros deficientes orgánicos o psíquicos”.  Por su parte los juristas Carlos E. Mascareñas y Buenaventura Pellisé en su obra publicada conjuntamente, en 1977, ponen de relieve que “el incesto suele ser considerado criminológicamente como una anormalidad y una degeneración del instinto sensorial. Incesto y neurosis son situaciones afines en un porcentaje notable de casos.


Dar respuesta a la pregunta que encabeza este escrito tiene de complicado la exactitud, ya que se trata de convertir en normal lo anormal. Simplemente es cuestión de tiempo. Conforme a la teoría de Joseph Overton, hace tiempo que empezaron a mover la ventana. Apuesto por el corto plazo.


Saludos.


T.McARRON


* Acerca de la imagen: se trata del cuadro "Lot y sus hijas", pintado por Hendrick Goltzius en 1616 y expuesto en Rijksmuseum. (Óleo sobre lienzo. 140 x 204 cm.)

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