EN CONTRA DE UNA LEY DE EUTANASIA

eutanasia



Eutanasia: esa muerte dulce, o el inicio del fin

 

Hola:


Ya está aquí. El Congreso de los Diputados ha aprobado por un alto margen la tramitación de la llamada Ley de Eutanasia. Una vez publicada dicha ley, España será el cuarto país europeo, junto a Holanda, Bélgica y Luxemburgo, donde será legal la eutanasia activa. La pasiva, de hecho o de derecho, lo es en la práctica totalidad de los países occidentales. Es más, desde hace años se viene aplicando una especie de muerte asistida medicamente en aquellos casos que superan el avance médico. Y, actualmente, se puede aseverar que son muy raros los supuestos en los que se alarga artificialmente la vida de un paciente desahuciado por la medicina.


Sé que hay quien, anticipadamente, está dispuesto a dejarse matar en caso de padecer una enfermedad en principio incurable. También sé que hay valientes dispuestos a pulsar el botón que desconecta la máquina que mantiene vivo a un ser querido. Pues bien, hoy, sin necesidad de ninguna ley nueva, cualquiera de ellos puede llevar a cabo sus deseos. Los primeros, porque pueden dictar su voluntad anticipadamente mediante un testamento vital, y los segundos, por la certeza de que su valentía no será penada. Entonces, ¿por qué una ley de eutanasia? Una pregunta que convendría nos hiciéramos todos.


Respeto a las personas que, desde sus principios, defienden el derecho a una muerte digna. Yo también exijo ese derecho. Ahora bien, les pediría que me aclararan qué es para ellos una muerte digna, ya que para mí es indignidad morir solo y desamparado, es indignidad morir abandonado y tirado en la acera o en el interior de una oficina bancaria, es indignidad  llegar a quitarse la vida por la aflicción causada por la marginalidad social. Todas esas muertes carecen de dignidad, ocurren bastante a menudo, y ello a pocos parece importarle.


España será el cuarto país europeo, junto a Holanda, Bélgica y Luxemburgo, donde será legal la eutanasia activa. La pasiva, de hecho o de derecho, lo es en la práctica totalidad de los países occidentales.


La ley de eutanasia es, junto a la del aborto, una ley perversa. Las dos lo son. Y lo son, porque ninguna de ellas es reversible. Ambas, bajo el paraguas de los derechos, se encargan de ejecutar a los seres más indefensos. Una ley que está pasando sin apenas hacer ruido, porque ya se encarga el gobierno de Sánchez de que exploten otros asuntos de menor calado y distraigan al personal. Así es la estrategia política de ahora. Ruido y sigilo, barullo y silencio cauteloso.


Habrá quien piense que exagero. Que simplemente se trata de despenalizar aquellos casos extremos en los que la vida del enfermo no tiene sentido y que, además, debe existir una petición expresa del paciente. A estas ingenuas y benéficas personas les pediría que leyeran la primera ley del aborto de julio de 1985 –tiene sólo un artículo- y que ojearan los periódicos de la época. Observarán que aquella norma nacía con la intención de despenalizar, que no de legalizar, taxativamente tres supuestos, como eran la salud de la madre, la violación y la malformación del feto. Pasado los años, con la aceptación de todos, vemos que el aborto se ha convertido en un derecho y un método contraceptivo más. De nuevo un acto excepcional, impensable hace décadas, se ha transformado en algo normal y natural. ¡La ventana de Overton movida adecuadamente!


Primero, un médico se encarga de aleccionar a la familia sobre la gravedad de la enfermedad que padece el afectado. Luego, un equipo médico será el que confirme la irreversibilidad del proceso...


Como indicaba al principio, en España hace años que se lleva a cabo la eutanasia pasiva. Es una práctica habitual en la mayoría de hospitales. Con ello quiero decir que, por desgracia, para muchos no es algo nuevo. Hace tiempo que se ha ido preparando a la sociedad. A mi mente viene el caso del anestesista Luis Montes, coordinador del servicio de urgencias del Hospital Severo Ochoa de Leganés (Madrid), acusado, en 2005, de haber sedado a cientos de personas. El caso del Dr. Montes no es único. Personalmente me ha tocado vivir una experiencia similar, cuando inesperadamente se presentó ante mí, en este caso, una doctora muerte. Primero, un médico se encarga de aleccionar a la familia sobre la gravedad de la enfermedad que padece el afectado. Luego, un equipo médico será el que confirme la irreversibilidad del proceso, añadiendo que  se emplearán todos los medios para limitar el padecimiento. Y posteriormente, pasado el tiempo necesario para que la familia asuma el inevitable fin, se procede a dormir al enfermo.


Los que piensan que esta ley es una concesión que el ambicioso Sánchez hace a la aviesa progresía, están en un error. Lo cierto es que esa aquiescencia la hace a sus amos, a aquellos que desde la sombra manejan los hilos de este mundo. Se trata de mandatos que deben propagarse allende fronteras y que se han de cumplir, más allá de la necesidad, conveniencia o exigencia de la ciudadanía de un determinado país. No. No es un capricho de Sánchez, como tampoco otros lo fueron de Zapatero. La reciente visita, sin apenas publicidad, del multimillonario, todopoderoso y maléfico Soros a La Moncloa reafirma mi hipótesis. Sánchez, como casi la totalidad del resto de presidentes de la España democrática, no deja de ser un siervo del NOM que obedece sus órdenes.


Y así, sin apenas oposición, se ha ido imponiendo una única ideología que suple la otrora religión cristiana. Un único gobierno y una única religión en un nuevo orden mundial.


Hace años que Occidente se ha rendido a la cultura de la muerte. Hace tiempo que se han disipado aquellos valores cristianos que sedimentaron nuestra civilización. Hace décadas que se glorifica lo material, se obvia el esfuerzo de la mente y se desprecia lo espiritual. Y así, sin apenas oposición, se ha ido imponiendo una única ideología que suple la otrora religión cristiana. Lo que algunos previmos hace tiempo se va cumpliendo a la perfección. Un único gobierno y una única religión en un nuevo orden mundial.


Para acabar, y con ánimo reflexivo, quiero traer aquí un párrafo del Evangelium Vitae que escribió san Juan Pablo II: “Amplios sectores de la opinión pública justifican algunos atentados contra la vida en nombre de los derechos de la libertad individual, y sobre este presupuesto pretenden no sólo la impunidad, sino incluso la autorización por parte del Estado, con el fin de practicarlos con absoluta libertad y además con la intervención gratuita de las estructuras sanitarias”.


Saludos.


T.McARRON

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